Costa Rica…, República feudal

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Anterior a Quino y su Mafalda, allá, a mediados de los años 50, siglo pasado, famosa fue la viñeta diaria del argentino Guillermo Divito titulada El otro yo del Dr. Merengue. El personaje, muy popular entonces, se desdoblaba, versión del Dr. Hyde y Mr. Jekyll, para que su conciencia externase lo que la hipocresía social imponía o disimulaba.

Con la mochila a tope, cargada de años, el recuerdo de aquella famosa chispa nos coloca hoy en lo predios de Zapote, donde el presidente, Luis Guillermo Solís Rivera, no encuentra respuestas convincentes para cumplir con sus promesas de campaña. Por doquiera trate de enmendar, surge un feudo cuya burocracia, salarios y luego pensiones de lujo impiden al jerarca máximo avanzar un solo paso.

Prueba urbi et orbe contundente: al incursionar en los abusivos movimientos económicos que provoca la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos, desde su jefatura se responde: “Aresep no recibe órdenes pero sí atiende sugerencias”. ¡Báileme ese trompo en una uña! Una institución blindada contra viento y marea. Y, desde luego, frente a la Presidencia de la República. Y que siga la fiesta.

A lo anterior se suman Recope, Conavi, Fonabe y un largo etcétera de instituciones que se cuelgan a mamar de la ubre del Estado para absorber recursos y aportar dificultades al fisco, es decir, al contribuyente. Nada puede hacer, en santo remedio, el Poder Ejecutivo. El destino, que labra la Asamblea Legislativa pariendo costosos entes autónomos, deriva hacia la impotencia de la gobernanza.

Nobleza feudal. Regresando hacia la historieta del genial Divito, es asumible que en su retiro, final de jornada, en soledad, aquí como acullá, igual a todos los mandatarios, repasando las turbulencias de cada día, altas horas de la noche en el despacho presidencial, el otro yo del desarmado y ojeroso presidente Solís Rivera ya habrá salido a superficie para admitir paladinamente: Si lo sé, no vengo

Efectivamente, Costa Rica es espejo retrovisor del Medievo. El poder intermediado por la nobleza feudal: instituciones instaladas por ocurrencias parlamentarias, que desangran la economía, hacen más pobre al pobre y subordinan las decisiones soberanas/electorales.

Ticas paradojas al transformar la admirada y democrática República en feudos con vasallaje.

¿Dónde está el futuro prometido?, preguntarán los 1.300.000 costarricenses que el 6 de abril eligieron al presidente con más poder en las urnas desde 1949. De momento, don Luis Guillermo y sus auxiliares, próximos a Zapote, utilizan el gastado argumento de que una cosa es verla venir y otra… ya tu sabes.

Pero una cosa es vencer y otra convencer. La euforia mundialista terminó. Días de ensueño y de orgullo. Ahora…, ¡a trabajar! Y a gobernar. La simpleza de nuevos impuestos, que el Ejecutivo aún domina, le restaría dinamismo al principio del buen gobierno. Hay que evolucionar sin truculentos, evidentes, errores que las prisas mal colaboran.

Deudas. El ejemplar y aplaudido cumplimiento del cuarto mandamiento, por parte de Solís Rivera, encuentra réplica en apresuradas decisiones que lo contradicen. Jarro de agua helada sobre la opinión publica fue el brusco despido de funcionario intachable, hoja de servicios impecable, como es el caso de Pablo Cob. “Para refrescar”, afirma el Ejecutivo, en desprecio a la experiencia y capacidad probada ¿Favor a algún familiar?

El precio de la gasolina supera a todo par, no sólo en ámbito regional sino universal. Asombrosa la justificación gubernamental de no tocar la escalada del costo porque es la caja chica de Hacienda, aunque dañe severamente al pueblo.

Tampoco hay movimientos de ficha para enderezar la nave de Recope, como tanto se presumió. La refinadora, que no refina, aguanta cargas insoportables que siempre se trasladan al consumidor. De hecho, no existe compromiso formal para que China construya una nueva planta de refinamiento. Sin embargo, el apéndice Soresco, que Recope sostiene con salarios, beneficios y pluses que envidia Wall Street, devora $250.000 mensuales (alrededor de ¢140 millones) organizando, desde hace tiempo, lo tentado pero inexistente, en términos legales.

Tres profesores de la UCR pasaron al Gobierno. El ministro que se estime serio asume compromiso exclusivo. Es ley moral. Pero todavía no se ha elaborado el convenio que permita a los aludidos mantener su puesto universitario y laborar en el gabinete de Zapote. Se hará… Mientras, el Alma Máter paga las mensualidades de rigor. Incongruencia. Somos o no somos.

El abuso, la burla, escarnio, desprecio para el prójimo con las pensiones de lujo ni se toca ni siquiera se roza a pesar de las evidencias, crueles para la mayoría nacional, que los avispados investigadores de La Nación han servido en bandeja a Zapote para acometer tan positiva tarea de corregir el enorme despropósito.

La ley 7.858, del 21 de setiembre de l998, fijó límite para las jubilaciones a costillas del Estado, cuyo techo es de ¢2,3 millones mensuales, y no de hasta ¢16,3 millones al mes, como lucen vigentes. Aplíquese la ley.

La política de “dejar pasar, dejar hacer” tampoco es aceptable, cuando se pregonó cambio. En su juramentación ante el TSE, don Luis Guillermo Solís, que en igual fecha cumplía 58 años de edad, anunció la refundación de la República, en un proceso de cuatro años.

Promesa, pues, ante el altar de la patria, que reclamará severa si la esperanza se queda sólo en gatopardismo , simple mudanza de personajes para acomodarse en idéntico sillón.

Y la vida continuará… a la espera de otro recambio. Lo acuñó Edward Langlen: “Lo que este país necesita es una mayor cantidad de políticos en paro (sin trabajo)”.