Conflictos por tapias en parques

Las municipalidades tienen potestad para regular la construcción de muros en sitios públicos

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Los sitios públicos son espacios de conflicto, dada la concurrencia y su uso descuidado por descaro e irresponsabilidad. Particularmente, en parques urbanos, la autoridad, por motivos desconocidos, consiente un grave error de diseño: parques colindantes con propiedades privadas, indistintamente del uso de suelo designado para los lotes (residencial, comercial, industrial u otro).

Donde vivo, hay un parque de forma rectangular, muy alargado y angosto, con exagerada cantidad de tapias y muy pocos frentes hacia las calles públicas. Se asemeja a un callejón y es propenso a la problemática de la clandestinidad y criminalidad.

Conformar un grupo de vecinos organizados ha sido tarea difícil, así como mantener una comunicación adecuada una vez logrado. Lamentablemente, la falta de interés es muy característica, otras veces son manifestaciones de rudeza y descortesía, por lo que es comprensible decir que la convivencia humana a menudo es guiada por el egoísmo.

También hay que decir que dentro de las mismas agrupaciones hay diferencias de opinión y criterios, haya de por medio o no conocimientos profesionales en los diversos aspectos pertinentes.

Ir a un parque a ver tapias ásperas no resulta para nada recreativo. Con imaginación y creatividad, puede resolverse de distintas maneras. La propuesta de nuestro grupo ha sido la siembra de setos en los segmentos de las tapias y han alcanzado considerable éxito paisajístico, pero también son atacados, robados y hasta destruidos intencionalmente por los vecinos que se atribuyen derechos sobre zonas públicas; derechos que no existen legalmente.

La normativa protege lo público y lo privado con el objetivo de evitar conflictos o daños, aunque dando parámetros demasiado básicos. La intervención de la sección de parques municipales, en mi experiencia, es lamentablemente limitada, y tantas veces queda en pura pantalla verbal, pues no se molestan en documentar lo tratado en sus visitas y, por lo tanto, los compromisos expresados en el sitio nunca se llevan a la práctica.

La destrucción con tintes de violencia nunca se ha visto que sea penalizada, a pesar de que se sabe quienes son los autores. Esta ineficiencia jamás tiene consecuencias para los funcionarios, pero sí perjuicios para los contribuyentes.

Es habitual que los vecinos colindantes construyan tapias sin acabado final y la dejen en obra gris. En sus planes reguladores, las municipalidades tienen potestad para establecer requisitos referentes a estas tapias, exigiendo repello u otro acabado, y su debido mantenimiento.

Las tapias expuestas son invitaciones a los que invaden con grafitis con obras de bajo nivel artístico o que expresan vulgaridad u hostilidad. Se dice que algunas bandas de narcotraficantes se valen de este medio para demarcar zonas de acción-apropiación mostrando símbolos con los que se advierten entre sí.

Ya esto por sí mismo denota agresividad y resta intención a la recreación, objetivo primario de la existencia de los parques urbanos. Donde faltan sistemas de vigilancia, la basura, el excremento y cosas igualmente desagradables y peligrosas son parte del vacilón y la impunidad.

Si bien estos asuntos son apropiados para tratar durante campañas electorales, ilusos seríamos si quisiéramos oír promesas políticas de candidatos. Las deficiencias culturales se logran cambiar con voluntad y acción integral.

odio.carlos@gmail.com

El autor es arquitecto.