Conassif renuncia a modernizar el mercado de valores

La discusión de si vamos a valorar a precios de mercado o no es solo una parte de la ecuación.

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Bastante se ha dicho sobre la posición del Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero (Conassif) con respecto a la valoración a precios de mercado y el aumento en el límite de inversión (del 50 % al 80 %) de las operadoras de pensiones complementarias en bonos del Estado, así como acerca de las posibles implicaciones para los fondos de pensiones.

Pese a la vehemencia de algunos que hemos opinado, lo cierto es que la valoración no es un fin en sí mismo; es solo un eslabón de una larga cadena que llamaremos el desarrollo del mercado de capitales.

La decisión del Conassif nos avisa que renuncia a liderar el esfuerzo para desarrollar un mercado moderno, y eso dice mucho de nuestra sociedad y de nuestras autoridades.

Cambios. Durante los 90 e inicios del 2000 hubo reformas a las leyes del mercado financiero. Primero fue la apertura de cuenta de capital de la balanza de pagos en el 92. Luego, la ley del sistema bancario nacional, en el 95, que rompió el monopolio de las cuentas corrientes de la banca pública y permitió a los bancos privados manejar recursos a la vista de los ahorrantes y abrió el espacio para crear un mercado de liquidez.

Después, vino la reforma a la ley de valores, en diciembre del 97, y, posteriormente, la reforma a la ley de pensiones en el 2000. Ese paquete de mejoras legales permitía crear las condiciones para propiciar la competencia, ampliar las opciones de inversión y mejorar las herramientas para la gestión de los ahorros.

En particular, debe destacarse la promoción de las carteras mancomunadas, que a escala internacional han sido el motor de los mercados de capitales, lo cual permite financiar los grandes proyectos, públicos y privados, a la vez que facilita el acceso del pequeño ahorrante a modernas herramientas de gestión de su patrimonio.

Normas. Más adelante se produjeron diversos esfuerzos normativos para consolidar la gestión de riesgos, incluida la valoración a precios de mercado. Para ello, era esencial la existencia de precios confiables y continuos. No bastaba con sistemas de negociación, como los de la bolsa, sino una actitud comprometida de los diferentes actores. Nada diferente de lo que vemos en los mercados maduros.

En este punto, conviene recordar que la existencia de precios es una precondición para el desarrollo de derivados financieros, como los contratos de futuro, coberturas cambiarias u otras opciones.

Dichos instrumentos requieren un buen mercado de liquidez (recursos a muy corto plazo, que lo lideran las tesorerías de los bancos), agentes de bolsa que negocian y generan precios y gestores de portafolios, quienes demandan títulos y administran grandes masas de ahorro. Un concierto que tiene por objetivo el manejo más eficiente del ahorro de la sociedad.

Gestión de deuda pública. La generación de precios se inicia con una adecuada gestión de la deuda pública, que incluye el diseño de la estrategia de colocación de bonos por parte de Hacienda, el funcionamiento ordenado de las subastas y la mejor formación de una curva de rendimientos.

Al respecto, debemos llamar la atención, una vez más, sobre el absoluto desprecio que mostraron las autoridades del Ministerio de Hacienda anterior por el funcionamiento del mercado de valores y, sobre todo, por los efectos perversos de Tesoro Directo en la formación de precios, algo que distinguidos profesionales incluso aplaudieron, sin percatarse del daño a la sociedad por mera ignorancia. Todo lo avanzado en una década se desperdició.

De esta manera, más allá de si la medida del Conassif suspende la valoración a precios de mercado o no, o si permite seguir concentrando riesgo en bonos soberanos, lo que está clara es la renuncia oficial a continuar la tarea de desarrollar el mercado de capitales.

La discusión de si vamos a valorar a precios de mercado o no es solo una parte de la ecuación. La cuestión de fondo es si vamos a completar la tarea o nos tendremos que conformar con una gestión muy pobre de los riesgos. Como lo hemos mencionado en otras ocasiones, debemos completar la creación de verdaderos mercados de liquidez, promover un mercado de deuda pública robusto y líquido, estimular a partir de ellos un mercado de deuda privada y dar el salto a instrumentos derivados para protegernos de los riesgos de movimientos de tasas de interés o de tipo de cambio. Este no es un asunto menor, en especial, en un mercado tan pequeño.

El autor es exsuperintendente de valores.