Con Costa Rica no se juega

Incomprensible: hacer un llamado al respeto de la institucionalidad y salir con los países del ALBA

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Aquel anuncio publicitario, de triste recuerdo, en el que el entonces candidato presidencial del PAC Luis Guillermo Solís expresaba con mucha seguridad y convicción “con Costa Rica no se juega”, no fueron más que palabras vanas, o dicho eufemísticamente, una “estrategia de mercadeo” cuyo objetivo fue vender una idea a cambio de que los ciudadanos le pagaran con su voto.

Una enorme mayoría de esos costarricenses que lo favorecieron con el sufragio observaron estupefactos y con gran indignación cómo el presidente y el ministro de Relaciones Exteriores abandonaron el recinto de la ONU haciéndole un desaire al presidente de Brasil ante los ojos de todo el mundo.

Dicho gesto de arrogancia diplomática se ha tratado de justificar poniendo en duda la legitimidad del presidente Michel Temer porque, supuestamente, fue elegido tras un golpe de Estado a Dilma Rousseff.

Impeachment. Nada más lejos de la verdad, la presidenta Rousseff fue destituida luego de un proceso de impeachment o juicio político, que no solo está contemplado en la Constitución brasileña sino que se llevó a cabo con total apego a la ley.

Vale la pena recordar cuando en 1974 Richard Nixon renunció a su puesto de presidente de los Estados Unidos al verse sometido a un proceso de impeachment por el escándalo Watergate, y fue sustituido por el vicepresidente Gerald Ford.

El presidente Andrew Johnson (1868) y Bill Clinton (1998) también fueron sometidos a juicios políticos; sin embargo, ambos resultaron absueltos por lo que no perdieron su cargo.

Jamás puede confundirse un mecanismo procedimental establecido en una Constitución con un golpe de Estado. Si bien es cierto que 56 millones de brasileños eligieron a Dilma Rousseff y esta fue destituida por el voto de 61 parlamentarios, guste o no a Luis Guillermo Solís, así es como se hace cumplir la ley en Brasil.

La rabieta del presidente no es más que un acto de entremetimiento en asuntos internos y soberanos de un país amigo.

Incoherencia. Lo más incomprensible del asunto es pretender hacer un llamado al respeto de la institucionalidad y la legitimidad del gobierno de Brasil, haciéndose acompañar de países como Venezuela, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia, cuyos gobernantes han manipulado las Constituciones de sus países y las han modificado a su antojo para así perpetuarse en el poder. Cómo se atreve el presidente a devaluar nuestro ejemplar y prístino sistema democrático equiparándole con los sistemas de gobierno socialistas de los países del ALBA y el sistema comunista de Cuba.

Si de mostrar coherencia se trata, pues entonces que levante la voz y manifieste su repudio ante el plenario de la ONU acerca de los presos políticos, el cierre de medios de comunicación, el irrespeto a los derechos humanos, las pocas libertades políticas e injusticias que cometen ante sus ciudadanos varios de los dictadores del ALBA.

El presidente y su ministro suponen llevar un monitoreo constante de la situación de Brasil; sin embargo, no pareciera que lleven el mismo monitoreo de la situación realmente caótica que vive Venezuela.

Contraste. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, propuso en junio pasado activar la Carta Democrática Interamericana en Venezuela, pues hay una “alteración del orden constitucional que afecta gravemente al orden democrático”.

Asimismo, Almagro insta al gobierno de Maduro a garantizar la celebración este año del referéndum revocatorio, a liberar a los presos políticos y a detener el bloqueo permanente de la Asamblea Nacional en manos de la oposición.

La insolente respuesta del presidente Maduro a Almagro fue que ese documento “se lo meta por donde mejor le quepa”. La repuesta del presidente Solís a las serias denuncias del secretario general de la OEA fue pusilánime, timorata, poco solidaria, apelando cautelosamente al principio de no intervención, a no querer inmiscuirse en asuntos internos de países amigos.

En contraste, no pareciera que el presidente y el ministro de Relaciones Exteriores se tomaran la misma calma y mesura que le dedican al tema de Venezuela para aceptar y ser parte del incendiario plan aparentemente orquestado por el presidente Rafael Correa en la ONU.

Más bien da la impresión de que en el fondo lo que mantiene desvelados y sumamente incómodos a Solís y a los presidentes de los países del ALBA es el giro hacia la derecha que ha dado el gobierno de Temer en Brasil.

Con la democracia, la soberanía y la credibilidad internacional de Costa Rica no se juega.

El autor es odontólogo.