¿Cómo posibilitar la imparcialidad?

Una ruta esencial para combatir la corrupción es eliminar los conflictos de intereses

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¿Qué se necesita para crear un país donde impere la justicia? Es la pregunta que algunos nos planteamos. Unos opinan que la solución está en confiar en dirigentes con un sentido moral intachable, que debido a que la ciudadanía no elige a los gobernantes correctos, vivimos en países donde reina la corrupción. Pero ¿seguirá la búsqueda de ángeles?

La experiencia demuestra que la justicia gira en torno a la imparcialidad de los que conciben las leyes y de los que las ejecutan. Por consiguiente, la primera pregunta que se debe responder es cuáles son las motivaciones que afectan el comportamiento imparcial.

Al analizar el tema, es preciso tomar en cuenta que las acciones de los individuos son visibles, pero las motivaciones no. Si bien no resultan fáciles de detectar, la fuente de estas a menudo procede de circunstancias externas al propio ser.

Tres elementos inciden en la imparcialidad: el carácter moral, las normas y, principalmente, los conflictos de intereses (como las dependencias), ya que ahí se encuentra la diferencia entre las sociedades que gozan de justicia y las que no.

Primero, el carácter de una persona comprende sus valores y su capacidad para mantenerse fiel a ellos. En general, las personas valoran la conducta correcta sobre la incorrecta. No obstante, debido a que el autocontrol es limitado, menos gente logrará resistir la tentación de participar en una conducta indebida en la medida en que esta otorgue mayores beneficios personales.

Dado que los seres humanos no son ángeles, cuanta mayor tentación produzcan los conflictos de intereses, mayor será la propensión a actuar de manera parcial.

Segundo, todos los grupos sociales, políticos, etcétera, tienen normas (por ejemplo, reglas, tradiciones y expectativas) a las que los individuos deben ajustar su conducta. Se obedecen en razón de que cada miembro las interioriza y hace propias para así lograr la aceptación y la legitimidad. Por esto, cuando las normas favorecen una mala conducta, la conciencia se desorienta y muchos se guían por lo que estas dictan.

Tercero, la estructura organizacional consiste en relaciones de dependencia establecidas entre los miembros de una comunidad. La dependencia se crea mediante el control de algún recurso que unos y otros necesitan.

Estas subordinaciones, mal estructuradas, otorgan a unos un poder desmedido sobre otros. Por ejemplo, cuando un funcionario puede ser destituido arbitrariamente por un dirigente político, le concede poder al político para controlar algo que es valioso para el agente público. El resultado es que el funcionario será menos capaz de conducirse libremente, será vulnerable a presiones para actuar según el interés del político como condición de su propio bienestar.

Es decir, una persona llega a ejercer sus funciones de manera parcializada porque fue expuesta a la coerción para forzar su voluntad. En la medida en que a un individuo (digamos, un dirigente político) se le posibilita restringir el bienestar de otros (fiscales, por ejemplo) determina la cantidad de presión que este impondrá para promover su opinión, prejuicio, interés o deseo. Esto implica poder, definido como la habilidad de conseguir que un individuo actúe de una manera que de otra forma no lo habría hecho.

¿Qué cosas motivan el comportamiento imparcial? La respuesta no es evidente y requiere un análisis. En este, no cabe duda de que un factor esencial es el grado de dependencia que tenga la persona frente a aquel con un interés particular.

En nuestro sistema actual, muchos funcionarios dependen de los políticos, así como también los políticos dependen de militantes y patrocinadores económicos. La población tampoco escapa, ya que el acceso a los bienes y servicios públicos (permisos, trámites, empleos, etc.) está ligado al favoritismo político. El triángulo de dependencia formado entre partidarios, políticos y funcionarios deja a la mayoría de la población en desventaja.

Es necesario saber que existen estructuras gubernamentales (entre estas, quien nombra al juez) que rompen este triángulo de dependencias, eliminan otros conflictos de intereses y generan mejores resultados.

Al contemplar la corrupción, debemos ser conscientes de que esta abarca más que la moralidad y las normas. Si bien los seres humanos no son ángeles, es factible disminuir la tentación de comportarse de manera parcial al reducir las dependencias y otros conflictos de intereses. Solo entonces será posible un país donde reine la justicia.

erroz@hotmail.com

El autor es arquitecto.