Cómo desbloquear el financiamiento climático

Una catástrofe está llegando a millones de agricultores en Latinoamérica

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WASHINGTON, DC – A menudo se usan imágenes apocalípticas de huracanes con una capacidad destructiva sin precedentes, ciudades costeras sumergidas y tormentas de polvo en zonas abrasadas por el sol para ilustrar las devastadoras consecuencias del cambio climático, pero una catástrofe en cámara lenta está llegando a millones de agricultores en Latinoamérica y el Caribe.

Un hongo conocido como roya del cafeto está atacando las plantaciones de café desde México hasta Perú. Los científicos culpan al cambio climático por la rápida difusión de la enfermedad, que sofoca al cafeto cubriendo sus hojas. La roya crece con fuerza cuando llueve a menudo y las temperaturas son inusualmente elevadas, algo que se está dando con mayor frecuencia en estas regiones cafetaleras.

La mayor parte de los debates en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París se han centrado en qué ocurrirá después del 2020, cuando entren en vigor los acuerdos que se logren. Pero la roya del cafeto está destruyendo el sustento de muchas personas, incluso mientras los negociadores tratan de lograr consensos.

La crisis ilustra la carga que enfrentan los países en vías de desarrollo mientras procuran satisfacer las esperanzas de su gente para alcanzar mejores niveles de vida y cumplir los compromisos internacionales para descarbonizar sus economías. Esto requerirá durante las próximas décadas el mismo tipo de cooperación amplia y acción resuelta que otros desafíos relacionados con el clima.

Las emisiones per cápita de gases de efecto invernadero de Centroamérica representan entre un quinto y un décimo de las de los países industrializados. Los gobiernos de la región se están comprometiendo a reducir las emisiones hasta en un 25% y a poner en marcha otras medidas para mitigar el cambio climático y adaptarse a él. Se estima que, conjuntamente, estos esfuerzos requerirán al menos una inversión de $4.000 millones al año. Por otra parte, reemplazar las plantas de café infectadas con variedades resistentes a la roya tendría un costo aproximado de $1.000 millones.

Para ayudar a los agricultores centroamericanos a superar este desafío, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se ha asociado con dos cafetaleras internacionales –Starbucks y ECOM– y muchas otras agencias multilaterales y donantes para diseñar una solución pragmática y orientada a los negocios. Nuestro programa de $100 millones fue diseñado como un ejemplo sobre la manera de lograr que el financiamiento de la lucha contra los efectos del cambio climático llegue a quienes más lo necesitan.

El programa del BID ofrece créditos a largo plazo a los pequeños agricultores –quienes tradicionalmente tienen poco o ningún acceso a cualquier tipo de financiamiento– para que puedan reemplazar sus plantas de café. Tan importante como los créditos es la capacitación que el programa proporciona a los agricultores, necesaria para enfrentar los brotes cada vez más frecuentes de enfermedades en sus cultivos. Quienes cuiden adecuadamente sus nuevas plantas pueden llegar a triplicar su producción de café en tres años. Y si se logra demostrar que esos créditos son buenas inversiones, habrá más bancos dispuestos a financiar proyectos agrícolas relacionados con el clima.

Pero existe un gran obstáculo al aumento de la participación en el financiamiento climático de quienes forman parte de los mercados de capitales: la demanda puede estar extremadamente dispersa. Impulsar la eficiencia energética puede ser una de las formas más rentables para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero en Latinoamérica las mejoras en esta área implicarían convencer a decenas de millones de pequeñas empresas para que cambien sus refrigeradores, herramientas eléctricas y camiones de reparto por otros más ecológicos.

También en este caso existen soluciones creativas. Siguiendo el modelo de instrumentos financieros respaldados por activos, recientemente nos unimos con el Fondo Verde para el Clima de la ONU y con China para estructurar un “bono verde” de $450 millones. Esto permitirá a los fondos de pensiones y empresas aseguradoras financiar indirectamente las mejoras necesarias en los equipos de las empresas familiares, desde Tijuana hasta Tierra del Fuego.

Existen muchas otras áreas donde quienes están comprometidos con la lucha contra el cambio climático pueden seguir nuestro ejemplo.

Las ciudades con problemas de tránsito necesitan mejorar su transporte público; el financiamiento de la expansión de sistemas de autobuses de tránsito rápido (BRT, por sus siglas en inglés) ha demostrado su eficacia para reducir la congestión, las emisiones y los costos de los traslados diarios. Del mismo modo, la vida útil de las turbinas de muchas plantas de generación hidroeléctrica latinoamericanas está llegando a su fin. Modernizarlas con turbinas nuevas (como lo estamos haciendo en Haití y Venezuela) permite que los países continúen utilizando esta fuente de energía renovable por 20 o 30 años más.

En última instancia, persuadir al sector privado de que el financiamiento climático puede ser un buen negocio será la clave para desbloquear el capital a la escala necesaria para descarbonizar nuestras economías y lograr que sean más resilientes a condiciones climáticas más rigurosas, pero para eso tenemos que demostrar que las inversiones climáticamente inteligentes pueden ser provechosas no solo para la gente y el planeta, sino también en términos de ganancias.

Luis Alberto Moreno es presidente del Banco Interamericano de Desarrollo y miembro del Consejo de la Fundación del Foro Económico Mundial. © Project Syndicate 1995–2015