Colapso laboral

El trabajo en nuestros días, especialmente cómo lo ven los adultos jóvenes, merece un análisis detallado

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Mayo del 68 se alzó contra la autoridad que nos inhibe. Se trajo abajo las prohibiciones. Incitó el empuje hacia lo ilimitado. No caben dudas de que son unas líneas simplistas y que el asunto merece un análisis más detallado. Pero reconozco que, en esta ocasión, me llama el presente.

Pensando en el lema “prohibido prohibir”, ¿cómo podían predecir que su resistencia contra la función paterna de la autoridad en lugar de cumplir con el sueño de acabar con el patriarcado iba a fortalecerlo y engendrar una bestia aún peor?

El resultado de delegar la función de la autoridad es encontrarnos cada vez con más patologías, violencia, suicidios, sujetos en conflicto con el orden público, toxicomanías y una alarmante lista. Sabemos que, al encontrarse vacío el lugar del padre, padecemos un orden social que no ordena y una ley que no regula.

Otra de las consecuencias es toparnos con un sujeto que vive en una paradoja: reniega de la ley del viejo mundo y sus representantes (padre de familia, profesor, jefe, policía) para derrumbarse en la trampa de presumir que no responde a ningún amo.

Y es que el dominio ya no lo ejerce una persona que, en posición de amo, encarna un deseo articulado a una ley, sino un saber anónimo que no transmite ningún deseo y que se dirige a otro, reducido a un objeto por ser evaluado.

Dentro de este marco se expanden ciertas mentiras, y la retórica que se escucha amplificada no me da lugar al equívoco: “La empresa me permite trabajar desde cualquier lugar del mundo”, “Puedo irme a... (sírvase, estimado lector, completar con el nombre de la playa que se encuentre de moda) y trabajar desde allá sin problemas”, pero, ¡seamos francos!, ser nómada digital no es una opción, sino una obligación.

En esto consiste para el filósofo Slavoj Žižek la obscenidad de la demanda del superyó: en una libre elección falsa que priva al sujeto de su libertad interior, y le dicta no solo lo que tiene que hacer, sino también lo que tiene que querer hacer. Son preferibles las palabras de Lacan: “Ya no se trata de que todo lo que no está prohibido está permitido, sino de que todo lo que no está prohibido es obligatorio”.

Es una libertad que no huele a libertad: pagos de seguros médicos, recovery time, bonificaciones, work from home; el paisaje parece completarse con cupones canjeables en Amazon y happy hours mensuales. Un par de libros y el oído atento son suficientes para desnudar un contraste donde se juegan la vida y la muerte: “Allí donde te satisfaces, es allí donde sufres”.

Por otra parte, el emprendimiento quizás tenga una deuda con el Mayo francés, si se piensa en la fragilidad de una generación que creció en ausencia del padre, es decir, con una laxa internalización de los límites, y que cimentó lentamente la presencia del lugar común actual por preferencia: ser su propio jefe.

De lo que se sostiene esa narrativa es del anhelo de negar la autoridad y, por tanto, rechazar toda deuda simbólica. Es el deseo de no deberle nada a nadie, bajo el artificio de que la persona se habría construido a sí misma.

Estos símbolos de la “liberación” cristalizan la aparición de un fenómeno: los trabajadores independientes y los atados a las corporaciones ven su propia vida con ojos extraños, como si se deslizara a su lado con una cara anónima. Los primeros, ahogados en la angustia de un mañana incierto y, los segundos, doblegados por los métodos voraces de gerenciamiento que les imponen las empresas en virtud del desempeño. ¿La diferencia esencial entre el trabajo que sostienen y el que desean será simplemente la diferencia entre realidad y fantasía?

Cabría también interrogarse si las condiciones laborales de nuestros días conducen a que el mito de Sísifo haya regresado como una moda y, echando mano de Freud, quizá tenga que ver con que es la manera inconsciente de reconocer que se corre detrás de una ilusión. Sin embargo, en contraste con la leyenda, estaríamos frente a un Sísifo que no encuentra su montaña.

Concluyendo este breve esbozo de algunas de las coordenadas en estos tiempos, me planteé una última interrogante: ¿Será por lo anterior que nos desconcierta el creciente número de adultos jóvenes cuya mayor aspiración es prescindir del trabajo?

cgolcher@gmail.com

La autora es psicóloga y psicoanalista.