Clamor judío y musulmán por la dignidad humana

Anhelamos que las religiones dejen de ser modificadas por grupos extremistas

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

En mayo del 2015, el ejército estadounidense capturó un tesoro de documentos del Estado Islámico (EI) en un ataque en el que mató al director financiero de este grupo, Abu Sayyaf.

El tesoro incluía la indignante fetua –resolución teológica– usada por el Estado Islámico para regular la condición de las esclavas sexuales y, en particular, cuándo y quién puede violarlas.

Otro documento atroz publicado recientemente por el EI se intitula “Directrices de seguridad y protección para los lobos solitarios y células pequeñas”. El folleto aconseja como “sorprender al enemigo” evadiendo a los organismos de seguridad para que los seguidores del EI no parezcan terroristas cuando estén planeando un ataque contra Occidente.

Recomienda afeitarse la barba, vestir ropas occidentales y no asistir con frecuencia a la mezquita para “no ser mirado como un musulmán”.

Fue escrito después de otros documentos de asesoramiento para yihadistas, como el conocido “Haz una bomba en la cocina de tu madre”.

Debemos enfatizar que la esclavitud sexual permitida por el EI no es solamente la violación de las mujeres y que los ataques terroristas no perturban exclusivamente a Bruselas o París.

Estos son solo dos ejemplos de agresiones repugnantes contra el mundo entero y la dignidad humana utilizando como excusa o disfraz la religión.

Terrorismo global. El islam ha sido secuestrado por radicales ante la pasividad y silencio de la mayoría moderada de musulmanes que prefieren coexistir pacíficamente con sus vecinos no musulmanes.

Los yihadistas, en cambio, pretenden imponer un califato y la ley ortodoxa islámica –sharía– sobre los “infieles”, utilizando mecanismos violentos y brutales como el terrorismo, en nombre de una supuesta guerra santa. Su actuar ya no se limita a territorios en Irak o Siria, sino que se ha globalizado con franquicias locales capaces de causar estragos en ciudades occidentales.

La praxis del islam radical no es exclusiva del EI. Otras organizaciones se identifican con esa ideología, tales como Al Qaeda, Al Nusra, Boko Haram, Al Shabab, Hamás, Yihad Islámica, Abu Sayaf y Hizbulá.

Los efectos tampoco se limitan a Bruselas o París. Solo en el 2016 también han habido atentados terroristas en Tel Aviv (Israel), Pathankot (India), Ziten (Libia), Estambul (Turquía), Bagdad (Irak), Yakarta (Indonesia), Gedo (Somalia), Charsadda (Pakistán), Kabul (Afganistán), Sinaí (Egipto) y Garissa (Kenia), entre otros.

Sin embargo, pareciera que el interés de los medios de comunicación y la moral de sus lectores solo admiten que pocos de esos acontecimientos merezcan la atención en primera plana.

Lucha contra el fanatismo. ¿Cómo podemos curar al mundo civilizado de la enfermedad de adoctrinamiento al odio y de la creencia en que suicidarse para matar a otro ser humano es una forma de “ganar vida eterna”? ¿Cuál será el futuro de la humanidad si se promueven, en las nuevas generaciones, la violencia y el terrorismo contra los “infieles”, en lugar de la tolerancia, el respeto y la convivencia con otros a pesar de sus diferencias?

Nuestro gran desafío es librar una batalla contra el fanatismo y las ideologías de odio, contra terroristas suicidas, decapitaciones, intolerancia, represión de las mujeres y doctrinas religiosas extremistas.

Los autores de este artículo, un musulmán y un judío, damos juntos un primer paso en esa batalla. No obstante nuestras obvias diferencias religiosas y culturales, desafiamos el histórico enfrentamiento entre nuestros pueblos y aspiramos por un mundo que protege los derechos humanos, la igualdad, la libertad de credo y el respeto mutuo.

Anhelamos el momento en que las religiones dejen de ser modificadas e interpretadas a su antojo por grupos extremistas que amenazan los más altos valores humanos, solo para alcanzar objetivos egoístas o poderes políticos y económicos.

Clamamos juntos por el valor de la razón, la libertad, la democracia, el límite del poder, el Estado de derecho, el pluralismo y, por sobre todas las cosas, la protección de la vida y la dignidad humanas.

Hosam Said es miembro de la comunidad musulmana.

Eric Scharf es miembro de la comunidad judía en Costa Rica.