Cambio climático: desafíos y ¿oportunidad?

Ojalá París inspire a quienes deben tomar las decisiones fundamentales en nombre del planeta

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Ha terminado exitosamente la COP 21, encargada de negociar la UNFCCC (Convención ONU sobre Cambio Climático). Pero el éxito no es absoluto. Esto no resulta extraño ante las dificultades que ofrece una negociación tan compleja con la participación de 195 países y el activo acompañamiento de decenas de miles de personas organizadas en ONG, centros académicos, think tanks, activistas, etc. No obstante esto último, hay motivo para ser optimistas.

Superados algunos escollos finales, el sábado 12 de los corrientes, el texto definitivo fue adoptado por el pleno de la Asamblea de las partes, a pesar de que Nicaragua tenía aún algunas reservas, pero no objetó la decisión del canciller francés, Laurent Fabius.

Los asuntos más peliagudos, como siempre, quedaron para el final, y como suele suceder en casos especialmente complejos, para el último minuto e incluso para los “tiempos extras”.

El “gol de oro” funcionó esta vez cuando Fabius tomó la decisión de cambiar la palabra en inglés shall por should ; o sea “deberán” por “deberían”; esto hace que el texto no sea vinculante ( binding ), que es el gran problema que los negociadores estadounidenses, encabezados por el vicepresidente Biden, no podían aceptar, a sabiendas de que, dada la realidad política en EE. UU., resulta imposible que el Congreso adopte un texto como este, ante la oposición mayoritaria de los republicanos.

Fabius, valiente y sagazmente, “se echó la culpa” del uso del término “erróneo” y lo cambió. Otros temas “de última hora” fueron los referentes al financiamiento: China y la India quieren seguir siendo consideradas no como las potencias económicas en que se han convertido, para efectos del financiamiento necesario, sino como economías medianas y pobres, como eran en 1992, cuando aún no habían alcanzado su dimensión económica actual.

No dejan de tener cierta razón, pues son potencias económicas, pero con grandes porciones de población pobre aún. La India reclamaba también que no habiendo sido gran emisora de gases de efecto invernadero (GEI) históricamente, no debe ser tomada como responsable para efectos del esfuerzo de reducción de estas emisiones. La intensa negociación logró superar estos escollos también.

Sin EE. UU., China y la India, el acuerdo, que aún está sujeto a la prueba de la puesta en marcha, sería poco menos que un fracaso del titánico esfuerzo, llevado adelante, en gran medida, por nuestra querida compatriota, Christiana Figueres (secretaria de la Convención y de la Conferencia), y lo peor, un fracaso para la humanidad.

Conllevaría prolongar la agonía del planeta, tal como ha existido hasta ahora. Por eso, ha sido necesario, pero inteligente, hacerles algunas concesiones.

Líder indiscutible. EE. UU. ha venido poniendo en marcha acciones importantes para ir reduciendo las emisiones. Lo ha hecho mediante medidas del Poder Ejecutivo, porque el presidente Obama está totalmente comprometido con la cuestión y sabe que sin el liderazgo de su país las cosas no marcharían en esto, como en muchas otras cosas.

El mayor problema podría surgir, a estos efectos, si uno de los aspirantes republicanos que actualmente buscan la candidatura de su partido y luego la presidencia de la potencia, resultare electo: ninguno de ellos ha aceptado los informes científicos serios y niegan la urgencia de actuar drástica e inmediatamente.

Podría echar todo para atrás. El futuro de la naturaleza en nuestro planeta y la calidad de vida, sobre todo de nuestros hijos y nietos, por razones ambientales, yace de nuevo en manos de los EE. UU.

En el caso de China, el grado de contaminación en sus ciudades ha llegado al punto que sus habitantes ya no lo resisten y el gobierno chino ha comenzado a actuar.

Cambios generados. Las indicaciones sobre los daños del cambio climático son claras: modificación del patrón de lluvias en el mundo entero, mayor acidez de los océanos, temperaturas más extremas (sobre todo más elevadas), “osificación” de los corales, migración de especies animales hacia nuevos territorios, aceleración del proceso natural de deshielo de los glaciares, entre otros.

En fin, el medio natural está cambiando y es el hombre con su actividad de producción y consumo incontrolados el que provoca este cambio. También, hay preocupantes efectos sobre la biodiversidad.

Si se mantienen las medidas tomadas por ambos países por el período acordado –y esto incluye renovación completa de muchas tecnologías y de complejos industriales en China– esos países estarán en ruta de cumplir sus compromisos.

Adoptado el acuerdo, ahora todos los firmantes deben cumplir lo que han establecido en su programa de “contribuciones determinadas nacionalmente”, como mínimos.

La estimación es que, aun así, para fines de siglo (que es el tope factible para que el calentamiento global y sus efectos no se vuelvan irreversibles) estaríamos medio grado centígrado por debajo de la reducción indispensable, que es un aumento de máximo dos grados sobre la temperatura promedio del planeta en la era preindustrial. Esto es preocupante.

Dichosamente el acuerdo comprende revisiones periódicas de lo que haga cada país. La presión, es cierto, es más moral que legal, pero no por ello débil. No sobra tiempo, pero aún es suficiente si se mantiene la presión y el rigor.

Ya hay señales claras sobre cuáles son las rutas a transitar en estos temas, en lo político y en lo técnico. Esto abre importantes oportunidades para los empresarios, los emprendedores, los académicos y, en general, para todos, hacia el desarrollo de la economía verde, que incluye como componente fundamental, las energías limpias, sistemas de producción más eficientes, el rechazo del desperdicio, desarrollo y uso de materiales biodegradables, conservación y reposición de forestas.

También, desarrollo de capacidades técnicas, formación y up grading de técnicos y equipos humanos para las tareas de prevención, mitigación y adaptación ante los efectos ya inevitables.

El acuerdo prevé transferencias de recursos (fondos) de los países industrializados hacia los países en desarrollo para estos propósitos, pero es indispensable la inversión privada que compatibilice búsqueda de utilidades en estas nuevas áreas con aportes técnicos eficaces.

Esas inversiones pueden complementarse entre sí. Costa Rica, como país de ingreso medio y con recursos humanos y una institucionalidad académica y de institutos de formación, con supuesta alta calidad y compromiso, debería explorar y orientar planes en esta dirección, para aprovechar estas oportunidades, tanto en beneficio propio, como de la humanidad.

Ojalá París inspire a quienes deben tomar las decisiones fundamentales en esto, así como nos ha inspirado tantas veces y recientemente al volver a ser la Ciudad Luz, cuando otro tipo de fanáticos quisieron apagar su esplendor. Ha llegado la hora de la acción concertada.

El autor es economista.