Bufones

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No es extraño que Shakespeare represente al mundo como un teatro. En El mercader de Venecia , Antonio dice: “No tengo al mundo más que por lo que es: un teatro donde cada cual debe representar su papel...”.

En Como gustéis, Jacques expresa: “El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres simples comediantes. Tienen sus entradas y salidas, y un hombre en su tiempo representa muchos papeles”.

La vida política no es ajena a esa circunstancia. Somos testigos de candidatos que prometen una cosa en campaña y en el gobierno hacen lo contrario. Hemos visto a personas defender una tesis en un foro y horas después argumentar lo contrario en un seminario, solo porque la audiencia cambió.

Hemos leído comentarios en las redes sociales de quienes, confrontados en virtud de sus cargos públicos, optan por ser bufones: incluso, un exembajador se dejó decir que le habían hackeado su cuenta de Facebook, para luego reconocer que no era el caso.

Como si el ciberespacio no existiera, sin ninguna pena recogen sus palabras y sumisamente obedecen órdenes superiores; optan por tirar cualquier remedo de credibilidad a la basura y convertirse en vasallos del discurso oficial sin conservar el simple derecho de poder decir y de poder pensar con libertad. Al final, la realidad se torna un espejo que nos muestra a los seres tal cual somos: los que nunca actuarían contra conciencia y los que bailan al son de la paga y el poder.