Buenos negocios en los que solo se pierde dinero

Ninguna persona debería endeudarse para sacar adelante un proyecto de residuos sólidos, y menos si son orgánicos

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Recibí una invitación a participar en el taller Financiamiento para proyectos de gestión de residuos orgánicos. Para quienes trabajamos en economía circular y sostenibilidad, el título resulta toda una provocación.

Guau. ¿Fondos para residuos orgánicos? ¿Cuál es la organización valiente y visionaria que va a financiar una solución para el 50 % de los residuos, los que causan la saturación de rellenos sanitarios, los que producen metano que calienta el planeta y, al no ser separados desde su origen, terminan contaminando el otro 50 % de los residuos no orgánicos?

La gestión integral de los residuos, según la Ley 8839, es responsabilidad de las municipalidades, bajo la rectoría del Ministerio de Salud, y los gobiernos locales gastan hasta el 30 % de sus ingresos en recolección, aseo, transporte y pagos a rellenos sanitarios por cada tonelada entregada.

No era un taller, pues no era participativo. Representantes bancarios hablaron sobre los requisitos para obtener préstamos verdes, sostenibles, ecológicos o ambientales —cada uno le pone el nombre que mercadológicamente suene mejor—, tasas de interés, referencias a proyectos de paneles solares o eólicos, etc. Ninguna mención a residuos orgánicos.

La conclusión general fue que a los bancos no llegan proyectos relacionados con residuos orgánicos, y si llegan, no están bien estructurados, con todas las prospecciones y el retorno de la inversión para que los banqueros asuman el riesgo controlado de prestar dinero. En este punto de la reunión, me pregunté si esas personas sabían qué son los residuos orgánicos, si alguna vez intentaron hacer compostaje.

La segunda parte de la actividad prometía, ahora sí, por los proyectos exitosos. Unas consultoras chilenas realizaron un análisis de tres proyectos de residuos orgánicos de una escala considerable en el país: uno en coordinación con una municipalidad, otro en un centro penitenciario y el tercero era liderado por una empresa privada, experta en gestión de residuos y administradora de rellenos sanitarios.

Eran los proyectos elegidos de una lista, los mejores, los referentes en los que se invirtieron muchos millones, además de horas de consultoría internacional. La conclusión de los tres proyectos, técnicamente bien realizados, analizados y evaluados, fue la misma: pérdidas financieras, retorno de inversión negativo.

Si alguno de estos proyectos llega a la banca, y aunque vaya bien estructurado, en las condiciones del mercado de Costa Rica, ¿ninguno recibiría financiamiento?, pregunté.

La respuesta fue sí; ninguno. No cierran los números. Vinieron los peros: “Pero los tres son proyectos de mucho impacto social y ambiental”, “pero urge cambiar la política pública”, “pero hay opciones en la cooperación internacional, que tienen fondos no reembolsables”. No necesitábamos tres horas para decir eso.

Queda en la boca un sabor agridulce, una mezcla de “esto lo sabíamos”, ¿entonces qué hacemos? Yo empezaría con la especialización. Si vamos a llevar a cabo talleres y seminarios, revisemos la selección de los expertos y el contenido de las presentaciones. Hablar de sostenibilidad y economía circular requiere especialización y seriedad.

Dejemos de pagar consultorías. Hay demasiados diagnósticos, estudios y análisis de escritorio. Falta aprender de quienes llevan años en los centros de acopio y debemos apoyarlos de forma sostenible. La fórmula la conocemos: educación + incentivos + infraestructura + cumplimiento de la ley + tecnología + conocer y aprovechar los mercados de cada material.

Ninguna persona debería endeudarse para sacar adelante un proyecto de residuos sólidos, y menos si son orgánicos; es un trabajo que requiere alianzas, recursos públicos, la cooperación internacional y participación municipal, ciudadana y de las empresas productoras.

¿Será que nos falta, por un lado, informarnos mejor como personas generadoras y, por otro, comunicarnos mejor entre partes interesadas? Según las bases de datos del Programa Ecoins, el 37 % de los gobiernos locales ofrecen algún proyecto de residuos orgánicos; varios de ellos agrupados en el programa Composteros.

Cuando menos 14 empresas y organizaciones brindan soluciones, y así como debemos redefinir el éxito personal, debemos cambiar el significado de los buenos negocios, del business as usual que busca en toda transacción la rentabilidad a corto plazo.

El mundo del dinero está cambiando aceleradamente. Debemos entender que sin la inversión suficiente no alcanzaremos los objetivos climáticos y seguiremos experimentando el aumento de la temperatura que amenaza la salud, la seguridad alimentaria y la degradación de los ecosistemas que hacen de la tierra un lugar habitable.

La llamada acción climática necesita cuantiosas inversiones financieras para la transición hacia la energía renovable, para infraestructura resiliente, educación y adaptación que nos prepare para soportar los efectos de la crisis planetaria. Sin embargo, la inacción climática saldrá mucho más cara.

La correcta gestión de los residuos sólidos orgánicos es estratégica en la agenda climática, de descarbonización y regeneración de los suelos. Quienes trabajan en este ámbito no necesitan préstamos, sino apoyo técnico, buenos salarios, subsidios e inversiones no reembolsables.

Quedan muy pocos años para hacer mejores negocios, en los que se pierda solo dinero. Es tiempo de que convirtamos la tasa de interés del préstamo en el bienestar de la gente, en la protección de la biodiversidad, en educación, en inclusión, en equidad, y que frente al reto de la extinción nos mostremos finalmente la especie más inteligente, pero según la definición del neurocientífico portugués Antonio Damasio, “inteligencia es hacer cosas que puedan ser beneficiosas tanto para ti, como para los otros, o para la humanidad en general”.

karlachaves@proximacomunicacion.com

La autora es comunicadora estratégica, emprendedora social, dedicada desde hace 15 años a la sostenibilidad y ahora a la economía circular. Ganó el reconocimiento gerente del año, categoría sostenibilidad, otorgado por El Financiero en el 2018 y el 2019. Es fundadora de Próxima Comunicación y del Programa Ecoins.