Brasil 2014: lo que viene

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El sueño de muchos costarricenses se cumplió: ver a la Selección Nacional de Fútbol en el mundial de Brasil. Después de ocho años de espera, esta noticia despierta un sentimiento de felicidad desbordado, a la vista de todas y cada una de las personas que aman este bello deporte.

Los reconocimientos, por supuesto, deben hacerse presentes. Primero, al cuerpo técnico y jugadores, quienes supieron hacerle frente a la adversidad en muchos tramos de la clasificación. La perseverancia, disciplina y motivación fueron puntos altos del camerino que se plasmaron en el terreno de juego y que rindieron los frutos en el momento justo.

No se puede dejar de lado a la afición: ese número importante de personas que sacrificaron, en muchos casos, tiempo y dinero para asistir al estadio Nacional a apoyar a la selección, con una nota altísima de fervoroso apoyo, especialmente, en el último juego contra los Estados Unidos.

Logrado el derecho de admisión al mundial, queda preguntarse ¿Qué debe hacerse por mejorar lo que hasta ahora se ha logrado? ¿Vale la pena asistir a una competencia mundialista solo para jugar tres partidos y de vuelta para la casa?

El siguiente paso. Sin ser especialista en la materia, siento que la continuidad del cuerpo técnico debe garantizarse, no solo por una cuestión de reconocimiento al logro alcanzado sino, especialmente, por un aspecto técnico-táctico.

Los jugadores de la selección parecen haber comprendido la idea del señor Pinto: un juego basado en una sólida línea defensiva con transiciones en ataque basadas en el bloque y el toque, con una línea ofensiva donde no solo los delanteros son figuras. De hecho, se ha visto una mejoría tangible en la comprensión del libreto por parte de los seleccionados, pues ya no se nota ese equipo desenchufado, por largos lapsos del juego, que daba ventaja al rival.

No obstante, para las huestes mundialistas debe pulirse ese sistema de juego, incluso mejorarse con otras alternativas de ataque como, por ejemplo, las jugadas a balón parado en tiros libres –esas que llamamos “de pizarrón”– pues ahí se nota cierta debilidad de nuestra selección; así como un aprovechamiento máximo del juego por las bandas, especialmente, a la hora de perfeccionar la diagonal al área rival.

En cuanto al esperado momento, de la convocatoria final de los jugadores mundialistas, no se puede obviar el hecho de que existen algunos que no tienen el peso, suficiente, como para lucir la camiseta nacional en un mundial.

Creo que se requiere hacer un examen profundo sobre algunos nombres que, a pesar de no haber sido llamados en la ruta hacia la calificación, bien pueden ser tomados en cuenta por el señor Pinto. Por ejemplo, el portero Esteban Alvarado quien daría más solidez a la portería junto con Keylor Navas.

Más fogueos. A nivel federativo, por supuesto, hay muchas cosas por hacer, comenzando con buscar fogueos de calidad, frente a selecciones de nivel que puedan exigir a nuestro equipo nacional, lo suficiente para ir depurando esa consistencia en su juego. En caso de obtenerse esos partidos con selecciones calificadas, la Federación debe procurar que cumplan con presentar sus planillas titulares, y alinearlas, pues solo así se garantizará el éxito del fogueo.

Esos partidos amistosos tampoco pueden ser a cuentagotas, sino recurrentes –con fechas FIFA o sin ellas– pues es con la práctica que el maestro perfecciona su nivel.

Otro aspecto que merece atención, por parte especial de Unafut, será acondicionar los torneos del campeonato nacional de fútbol por venir, a los intereses de la selección.

De nada sirve haber clasificado si los equipos no prestan oportunamente a los jugadores convocados y si la programación de los partidos a nivel interno no permite el espacio suficiente para que la selección entrene y se foguee. Actualmente, se tienen instalaciones de nivel para que el equipo mundialista se prepare y ello debe ser explotado al máximo.

Por último, indispensable es que la prensa –escrita y televisiva- jueguen su partido con la afición desde el punto de vista proactivo, es decir, involucrar a la gente con la selección bajo la convicción de que, ese mundial por venir, no se esperará con ansias solo por ver participar al equipo patrio, sino para verlo competir dignamente frente a grandes potencias del orbe.

La mesa está servida, solo queda arreglarla correctamente y con el tiempo necesario para que sea el escenario perfecto para disfrutar de un gran banquete futbolero.