Bajo tierra en tiempos de paz

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En la Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado, de la Unesco, se lee: “Los daños ocasionados a los bienes culturales pertenecientes a cualquier pueblo constituyen un menoscabo al patrimonio cultural de toda la humanidad, puesto que cada pueblo aporta su contribución a la cultura mundial; (…) la conservación del patrimonio cultural presenta una gran importancia para todos los pueblos del mundo y conviene que ese patrimonio tenga una protección internacional”.

Eso es para casos de conflicto bélico, pero en Costa Rica, enhorabuena, estamos en paz. Sin embargo, una nube negra se cierne sobre unos edificios de gran valor arquitectónico, cultural y sobre todo de memoria histórica, que forman parte de uno de los pocos conjuntos cargados de simbolismo republicano y democrático. Una nube negra oscurece hoy, una vez más, el actuar de la Asamblea Legislativa, que ya desde el siglo pasado ha venido perdiendo el brillo y el prestigio de antaño. Esta pérdida de credibilidad está ahí, como una culpa, oculta en el inconsciente de sus miembros, y desde ahí está actuando. Prueba de ello es que ahora muchos se aferran a un proyecto arquitectónico inviable e ilegal que, de construirse, edificará bajo tierra el espacio del plenario legislativo, y luego vendrían cinco pisos encima de los edificios ya existentes, que parecen una fila de furgones.

Horizontal. Que será un edificio horizontal, argumentan, como horizontal debe ser el diálogo entre los representantes del pueblo y la ciudadanía. ¿Horizontalidad sumergida?, ¿horizontalidad, o aplanada mediocridad, sin ningún hito relevante? Mediocridad que, para autojustificarse, en un ciego autoengaño, busca encaramarse, literalmente, sobre el espacio en el que costarricenses ilustres sí brillaron por sus capacidades y su legado ¡Si no pueden alcanzar la envergadura de los Padres de la Patria, pues los aplastan, los hunden y se suben encima! Serruchan el piso, en el decir de Yolanda Oreamuno. ¿Edipo? Así, borran de un plumazo el compromiso histórico de continuar la labor de aquellos que hicieron de esta tierra una República, un Estado de derecho y de respeto a las instituciones, adquisiciones históricas simbolizadas en el espacio por esos edificios.

Urge un edificio moderno, bello, apropiado para la Asamblea Legislativa. En sus alrededores, hay de sobra espacio para construirlo. Pero encaramar encima de los actuales edificios una especie de enorme tren es una triste metáfora de la inconsciencia histórica que aqueja el actuar de muchos diputados (no todos, por fortuna). Según demuestra el matemático Leonardo Marranghello, esta edificación es como construir un enorme puente, con el agravante de que llevaría encima permanentemente el peso de cinco pisos, situación que desafía una ley inexorable que los legisladores no pueden cambiar: la de la gravedad. Además, este proyecto contraviene los dictámenes vinculantes de dos ministros de Cultura, el anterior y la actual.

Entre los actuales diputados, hay personas de gran envergadura moral, personal, académica, con las mejores intenciones y amor a Costa Rica. Deseo que desplieguen sus alas, vuelen alto, sin complejos, sin miedos ni cálculos mezquinos, y que hagan un edificio con sus bases firmes, moderno y a la altura de las más nobles aspiraciones del pueblo que representan.