Arriesgarse a fracasar

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He venido hablando con insistencia de un acuerdo o pacto nacional de las fuerzas políticas con los representantes de los intereses económicos particulares, como una propuesta de la socialdemocracia. Pero, primero, las agrupaciones políticas han de lograr un entendimiento particular en todo aquello que las une desde el punto de vista democrático.

Pienso que, en nuestro país, todos los partidos políticos aceptan sin reservas lo siguiente: que el sistema político que se debe apoyar y defender es el democrático; que la democracia funciona de manera indirecta, por medio de la representación política; que rechazan todo intento de sustituir esa representación por grupos de interés particular, como profesionales o gremios, o sea, que no están de acuerdo con la democracia corporativista; que aceptan el régimen presidencialista con la división de poderes, sufragio universal y una asamblea que debe legislar de conformidad con los intereses del pueblo; que las decisiones que tome la asamblea serán por mayoría de votos; que, en el libre juego de la política, los grupos minoritarios han de tener la posibilidad de fortalecerse para tomar el poder; que toda actividad económica, política, educativa o cultural ha de estar sometida a leyes que permitan igualdad de oportunidades; que la tendencia de la democracia, en su acción pública, es de protección a los sectores populares más débiles.

Lo político y lo económico. Si se logra un acuerdo sobre estos temas esenciales, que, por lo demás, son los que caracterizan la institucionalidad y la costumbre política en nuestro país, podríamos decir que estamos preparados para armonizar objetivos comunes con el otro polo del poder social, que es el económico particular, o sea, con los empresarios.

Esto quiere decir que el pacto nacional que necesita el país para aprobar los cambios que se exigen, no es solamente entre los distintos partidos políticos. Se trata, además, de un pacto entre el poder político y el poder económico, entre la filosofía universal de la democracia y el lucro o ganancia particular del empresario, entre el Estado que ordene y regule y la empresa que acepta ese poder regulador. Una empresa que entienda que ella también está comprometida con los fines sociales del Estado, y que es de imperiosa necesidad reducir la distancia entre una minoría de gran fortaleza económica y una amplia mayoría que se debate entre la miseria extrema y el apenas lograr el sustento diario. El combate contra la pobreza también debe ser compromiso empresarial.

Socialdemocracia es concertar. Hace pocos días propuse inventar una nueva socialdemocracia, o sea, un método para el momento actual. Pensemos en eso. Primero, es conveniente aclarar términos. Socialdemocracia es el procedimiento que se emplea para lograr una realidad socialista democrática. En consecuencia, son ideas distintas: una es el instrumento; la otra, lo deseable como objetivo ulterior, como forma de vida. La inquietud de una sociedad justa y solidaria es permanente, y el planteamiento social democrático cambia según varíen las circunstancias o condiciones de cada etapa histórica que se va viviendo.

En ocasiones nos perdemos en luchas para obtener lo que no podemos conseguir todavía, que es cuando creemos que la ilusión es alcanzable. La socialdemocracia es realidad, un método adecuado para la verdad de un momento histórico y, en él, alcanzar lo que ese momento permite. Pragmatismo puro, política de verdad. El socialismo democrático, en cambio, es solo posibilidad, lejana esperanza.

Ahora, en las democracias del mundo, el capitalismo extremo domina y dirige toda acción económica y política de la sociedad. Su influencia llega hasta la Administración Pública. La socialdemocracia, entonces, debe inventar la forma de plantear la justicia, las libertades y los derechos generales dentro de esa realidad; saber que solo puede humanizar sin posibilidad de lograr un equilibrio total.

Voluntad. Lo importante es entender que a la realidad, por más complicada y difícil que nos parezca, debemos hacerle frente con voluntad, sabiendo que podemos moldearla como si fuéramos escultores. Solamente así podemos entender la política como la realización permanente. “No hay política de hombres desengañados, de hombres tristes; no hay política de hombres circunspectos, que no quieren arriesgarse a fracasar. La República tendrá que combatir con una mano mientras edifica con la otra”, decía Manuel Azaña en un manifiesto ideológico en 1925.

En este momento, en Costa Rica, “realizar” quiere decir “concertar”, unir esfuerzos a un propósito común, recoger las propuestas de concierto.

Socialdemocracia, hoy, es pedir el acuerdo. Pactar es arriesgarse a fracasar.