Apuntes sobre la homofobia

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Soy francesa. La primera escena homofóbica que presencié en mi vida fue aquí, en Costa Rica. Estaba en la playa con un grupo de ticos. De pronto, escuché que todos se reían y burlaban de algo. Yo no podía identificar el objeto de las burlas. Parecía haber consenso absoluto entre quienes me rodeaban y me quedé confundida porque no entendía qué estaba sucediendo. Al final, me di cuenta de que se trataba de un hombre cuya orientación homosexual era obvia. A pesar de las manifestaciones que hubo recientemente, en Francia la homosexualidad es bastante aceptada y, por eso, nunca había visto algo parecido. Cuando llegué a Costa Rica no me esperaba una permisión tan grande del machismo y de la homofobia: la discriminación por orientación sexual ni siquiera llama la atención de una gran parte de la población.

Aprovecho el debate que se da actualmente en Costa Rica en torno a las uniones legales entre homosexuales para presentar unos datos interesantes. En las teorías psicoanalíticas, la homofobia se ve como una falta de resolución de los propios deseos homosexuales. Quien es homofóbico niega sus propios deseos homosexuales reprimidos porque representan un peligro demasiado grande para su psique.

Hay un estudio que corrobora esta teoría. Adams, Wright y Lohr (1996) mostraron videos pornográficos de parejas heterosexuales, homosexuales femeninas y homosexuales masculinas a un grupo de hombres homofóbicos y a otro de no homofóbicos.

Durante el experimento se midió la excitación sexual de los participantes mediante pletismografía peneana (un aparato que mide los cambios en el órgano sexual masculino). Los resultados mostraron que ambos grupos llegaron al mismo nivel de excitación con los videos heterosexuales y homosexuales femeninos. En cuanto a los videos homosexuales masculinos se notó una gran diferencia: la excitación sexual de los homofóbicos era mucho más grande que la de los no homofóbicos: 54% mostraron una excitación grande; 26%, una moderada y 20%, ninguna. Para los no homofóbicos, las cifras fueron 24%, 10% y 66%, respectivamente.

Posteriormente, se pidió a los participantes que valoraran la excitación sexual que sintieron al ver los videos. Todas las valoraciones coincidieron con esos resultados, salvo la que hicieron los homofóbicos de su excitación sexual al ver videos homosexuales masculinos, donde fue muy subvalorada. Ergo, su excitación sexual estuvo reprimida o quedó en un nivel subconsciente.

La orientación sexual no es una decisión propia y consciente, sino el resultado del patrimonio genético y de la interacción con el entorno. El límite que la sociedad quiere dibujar entre homosexualidad y heterosexualidad no existe: todos tenemos un poco de ambos, pero en proporciones diferentes y eso es normal. La aberración no es la homosexualidad, sino tratar una construcción social como si fuera una categoría natural, innata y objetiva.

Invito a los homofóbicos a leer entre líneas y a reflexionar la próxima vez que quieran burlarse de una persona por su orientación sexual, o que vayan a participar en una manifestación en contra de las uniones homosexuales. Tal vez estén apoyando al equipo equivocado.