Álvarez Desanti y la continuación del arismo

Poner a Costa Rica a caminar demanda concentrarnos en las cuestiones relevantes

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Mucho tiempo antes de asumir como primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill anduvo entre el Partido Conservador y el Partido Liberal, protagonizando verdaderas polémicas con el liderazgo del primero y ejerciendo como secretario de Estado en un gobierno del segundo.

Suya es una famosa frase que bien podemos aplicar a Antonio Álvarez Desanti, como prueba de un genuino sentido de la realidad, pero también de la fortaleza y humildad que debe tener un líder político.

Churchill dijo que a lo largo de su vida “había tenido que comerse sus palabras muchas veces, y que había comprobado que eran una dieta equilibrada”.

Dejar el Partido Liberación Nacional fue un error, que precisamente queda demostrado por la decisión madura de regresar. El PLN es una formación con las complejidades propias de una organización que ha protagonizado nuestra vida pública desde antes de su fundación.

Entre sus particularidades está la de conciliar liderazgos fuertes con una democracia interna y una apertura en la que abunda la crítica y, muchas veces, el conflicto.

Esto, al contrario de la conclusión a la que llegan sus adversarios, no es la convulsión de un organismo a punto de morir, sino la expresión de un dinamismo interior que entre otras fuentes nutre su resiliencia y capacidad para formar gobierno, evitando los quebrantos y rupturas de otros partidos.

Rectificación. Las palabras de Winston Churchill me llevan, sin duda alguna, a preferir líderes que habiendo cometido errores, y por errores no me refiero a casos de corrupción expresados o no en la comisión de delitos, los asumieron, rectificaron y siguieron adelante. Los prefiero porque las espadas se forjan en el fuego y a martillazos.

Álvarez es un político que reúne un carácter ejecutivo con un conocimiento en “tiempo real” de los obstáculos jurídicos, organizativos y sociológicos que abundan en la política costarricense y en la Administración Pública.

Es también un político de talante conciliador, y la experiencia demuestra que ninguna de las decisiones estratégicas que llevan años posponiéndose pueden implementarse en solitario.

Se requiere la capacidad de construir mayorías desde las diferencias, de acuerdo con una concepción colaborativa del gobierno y la acción política.

Al mismo tiempo, Costa Rica necesita un liderazgo que comprenda la importancia del comercio exterior y las relaciones internacionales, pero ubique su principal foco de atención en el espacio interior donde las personas de carne y hueso viven y padecen la inseguridad y el desempleo, y donde las reformas estratégicas son resistidas por una burocracia sofocante, que se expresa en prácticas y normas que como las hebillas de una camisa de fuerza mantienen atrapado el potencial desarrollado por la sociedad costarricense.

Un conjunto de capacidades construido gracias a una política de Estado, que abrió y modernizó nuestra sociedad y economía desde la administración Monge, y donde el arismo jugó el papel de una fuerza inspiradora y transformadora que logró amalgamar apoyos diversos entre los distintos partidos políticos, organizaciones y sectores.

Decidir y ejecutar. Lo característico de Óscar Arias es haber dicho a los costarricenses lo que debíamos oír y no lo que nos habría gustado escuchar, y, por supuesto, la capacidad y la voluntad de tomar decisiones difíciles y controversiales, sin doblegarse ante el costo político. Es a esto a lo que algunos llaman “polarizar”, cuando en realidad se trata de decidir y ejecutar.

Así, consciente de que un país no se inventa cada cuatro años, Álvarez decidió dar continuidad a la misión histórica del arismo y, por ello, algunos con poca imaginación y mucha necesidad lo tratarán de títere.

Una chota irrelevante que no es más que un tic de la politiquería reinante. El arismo reconoce la evolución de la realidad y sus circunstancias, y es capaz de trascender las discrepancias personales del pasado para concentrarse en seguir adelante con aquello que mejor lo caracteriza, su determinación reformista y modernizadora.

En consecuencia, el objetivo de poner a Costa Rica a caminar de nuevo demanda concentrarnos en las cuestiones relevantes del presente, recordando en todo momento que si el pasado nos dividió por razones históricas y políticas, el futuro debe reunirnos en torno a un proyecto común, cuyo primer paso está en participar y ganar la convención interna del PLN para promover luego la construcción de las mayorías necesarias para impulsar la gran reforma que el país requiere.

El autor es exministro de Justicia.