Ajustes impostergables

Si la competitividad no mejora con rapidez, seguiremos atrapados en una telaraña institucional

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Después de ocho años de una grave crisis financiera en las principales economías del mundo, hay muestras de recuperación. La política de apoyo monetario y la vuelta al orden fiscal están dando resultados. El ciclo global de las tasas de interés cambió y es posible que los ajustes graduales al alza de la Fed se mantengan.

Esto presionará hacia arriba las tasas de intereses y por ello se dificultará el financiamiento de empresas y gobiernos.

El crecimiento mundial, en el 2016, será muy heterogéneo por zonas y ramas económicas. En los países emergentes, la caída de los precios del petróleo, el valor de las materias primas, el endeudamiento, las turbulencias políticas, los escándalos de corrupción, la violencia y los graves problemas sociales y fiscales afectarán la recuperación.

La mayoría de los países tendrán muchos problemas para ajustar sus gastos. Es posible que la economía china se estabilice y las autoridades avancen en el cambio estructural y la gestión de riesgos.

En la zona del euro, el futuro de Grecia y los efectos de contagio afectará, con mayor volatilidad, los mercados financieros. En diversas economías, los problemas migratorios, los conflictos armados en el Medio Oriente, el terrorismo, el envejecimiento y el cambio climático van repercutir en la estabilidad y el desarrollo.

Cambios productivos. La revolución tecnológica en las telecomunicaciones, las ingenierías, la robótica y la biotecnología incidirán en nuestra capacidad competitiva, si no hacemos cambios en los modelos educativo y productivo.

En los próximos años, la incorporación de la tecnología y la productividad serán claves para crecer. Nuestras exportaciones no dependerán tanto de la mano de obra poco calificada. El modelo exitoso será el que consiga alcanzar, en gran escala, recursos humanos bien preparados.

El proceso de globalización en lo financiero, comercial y cultural nos exigirá grandes cambios. Costa Rica, al igual que el resto de los países pequeños, no podrá aislarse, y esto plantea nuevos retos para mejorar nuestro modelo productivo en infraestructura, educación, equilibrio macroeconómico, innovación, gobernabilidad, conexión y reducción de la brecha social.

La competitividad debe mejorar con rapidez, sino seguiremos atrapados en una telaraña institucional. Tampoco es sano concentrar los beneficios en unos pocos.

Se imponen grandes y complejos cambios, así como hallar nuevas capacidades y ventajas competitivas para crecer.

El modelo basado en el conocimiento es nuestra única salida. Es absurdo seguir creando nuevas instituciones sin objetivos y recursos frescos. Es imprudente seguir desmembrando el sector público en pequeñas y complicadas instituciones que hacen imposible gobernarlos, con el agravante de que al final no se cuestionan los costos ni beneficios. Fusionar y simplificar es fundamental porque permitirá mayor eficiencia, bajar costos y mejorar la gobernabilidad.

Hay que promover la innovación, la competencia y el mercado. No podemos seguir creciendo a punta de endeudamiento. Las instituciones financieras estatales tienen que ser más eficientes para reducir el costo de intermediación. Es relevante controlar la inflación, para lo cual debe reducirse el déficit fiscal, controlar los costos de los servicios públicos y el endeudamiento público creciente.

Coyuntura. Costa Rica registra grandes logros en los últimos 30 años. La apertura de la cuenta de capital dio gran confianza a la inversión extranjera directa.

El estímulo del modelo exportador y el rompimiento de monopolios públicos generó resultados. En la actualidad, estamos proyectando $2.350 millones en inversión extranjera, una exportación de $10.000 millones en bienes, $6.000 millones en servicios y un crecimiento de un 4% del PIB.

Alcanzar las metas del Banco Central (BCCR) supone corregir los graves cuellos de botella, dejar de posponer las soluciones, impedir que nuestro creciente gasto público nos lleve a una crisis a corto plazo. Las calificadoras ya nos bajaron la nota, los bancos internacionales y el FMI no van apoyar al país sin antes exigir cambios relevantes en la estructura del sector público.

El desempleo ha estado en crecimiento en el último año, para situarse en el 11%, y el subempleo aumenta todos los años. Más de 500.000 personas carecen de un trabajo estable y la informalidad crece año tras año.

Una parte muy importante de los costarricenses no están asegurados y su situación asfixia las finanzas de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). El problema se concentra en los jóvenes y en las regiones alejadas con bajos índices de desarrollo.

Los problemas sociales, la violencia, la corrupción y la falta de transparencia están pendientes de corrección.

El tipo de cambio efectivo se ha sobrevaluado por el endeudamiento externo y la sobreoferta de divisas. La situación ha afectado nuestra competitividad en el sector de servicios y bienes exportables, base de nuestro desarrollo.

Está claro que perdemos dinamismo en el sector exportador y las importaciones se han estimulado por el alto gasto de consumo, impulsado por mejores términos de intercambio, mayor ingreso disponible real y acceso a financiamiento.

En el campo laboral no existe aún una legislación que nos permita mayor flexibilidad en la contratación de personal. El trabajo dual está en el Congreso a la espera de trámite.

En referencia a la deuda externa, no le hemos puesto límites y siguen habiendo planillas crecientes en el sector público, financiadas con mayor endeudamiento y tarifas poco competitivas.

La educación mantiene un rezago importante en calidad y pertinencia, a pesar de mayores recursos. Las universidades públicas y privadas no están graduando jóvenes de acuerdo a las necesidades del mercado. Las universidades públicas se muestran cada vez más rígidas para cambiar una estructura administrativa costosa.

Los ajustes. Debemos desarrollar un programa para mejorar la calidad del Estado, reducir los desequilibrios macroeconómicos y buscar cómo disminuir nuestra deuda externa. Hay que impulsar el proceso de ajuste a los altos privilegios del sector público.

Es impostergable que logremos acuerdos políticos en los temas centrales del gasto público y los ingresos fiscales. Es indispensable y urgente realizar un esfuerzo común para luchar contra el narcotráfico, la corrupción y el lavado de dinero que tanta violencia genera.

Los grupos sociales, sindicales y empresariales deben aportar soluciones, dentro de sus competencias, a los graves problemas que vivimos. Deben evitarse los dogmatismos y buscar soluciones pragmáticas y sostenibles.

No podemos seguir posponiendo los problemas hasta caer en una crisis social y económica, con salidas muy complejas y costosas.

Debemos volver a crecer a un 6%, si queremos reducir el desempleo. Apostemos por las áreas más dinámicas de servicios con alto valor agregado. Preocupémonos por el sector agrícola exportador que ha perdido competitividad y registra un crecimiento negativo.

La construcción debe estimularse por la alta generación de empleo. Tenemos que generar más y mejores trabajos. Las universidades y el INA deben promover profesionales y técnicos de calidad acordes con las necesidades del mercado.

La solución está en que el gobierno y la oposición fijen prioridades, exista austeridad en el gasto y se agencien nuevos recursos para corregir el grave y creciente déficit fiscal.

El autor es ingeniero.