Enfoque

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Pareciera que la Asamblea Legislativa comprará un edificio donde estaba el vivero Exótica, carretera vieja a Zapote allá por las instalaciones de Radio Columbia, como a 100 metros del Bar Taos. Por si no se ubican: un oficentro ubicado 200 al oeste de las antiguas oficinas de la empresa Fertica donde hace más de 30 años se instaló provisionalmente la Casa Presidencial (provisionalmente, como todas las cosas provisionales en este país). Sí, exactamente ahí donde, según las políticas de urbanismo y recuperación de la ciudad, se tenía pensado un centro cívico, a la par del puente sobre la Circunvalación.

El traslado del Congreso a ese tan apropiado lugar fue producto de una epifanía. Una noche de estas, agobiado por una orden del Ministerio de Salud que declaró insalubre las instalaciones de la Asamblea (deterioradas e inadecuadas), el presidente legislativo pasó de camino a Cartago por enfrente de un edificio en construcción, “vio pa'arriba” y, ¡eureka!, ahí estaba la solución de sus tribulaciones. Menos mal que esa noche no pasó por La Sabana, pues de seguro le habría resultado atractivo el lote baldío con un lago enclavado que está a la par del nuevo Estadio Nacional.

El Congreso resolverá su problema inmediato: tendrá un edificio nuevo más o menos acondicionado a sus necesidades. Sin embargo, desde el punto de vista del desarrollo urbano, esa improvisada decisión es errónea. Sus costos sociales no se contabilizan: a los vecinos del lugar les cae de repente un congreso, congestionamiento adicional de vías en un ya congestionado lugar ' y sigan sumando. Tampoco se valoran sus costos urbanísticos: trasladar uno de los hitos políticos e institucionales a un lugar en medio de la nada, desvalorizando el centro de la ciudad.

Para los políticos pragmáticos, estas musitaciones urbanísticas son irrelevantes: diga lo que se diga, habrá edificio pronto y más barato que cualquier alternativa. En una ciudad como San José, que pocos quieren o entienden, muchos se encogerán de hombros: “¿Y qué es la vara?”. La vara es la siguiente: nuestra aglomeración metropolitana llegará a tres millones de habitantes en poco tiempo y si no ponemos orden, sus alarmantes problemas de funcionamiento se escalarán exponencialmente. No podemos seguir al tarán-tan-tan. Pero, ¿qué ordenamiento territorial puede imponer el Estado si es un desorganizador de la trama urbana? En cualquier ciudad en serio (Buenos Aires, París, México), decisiones así se toman con un profundo sentido urbanístico. Aquí un oficentro en Zapote nos parece magnífico: no sabemos construir ciudad. Quizá me equivoco, la historia es distinta y todo sea una venganza cartaga por haber perdido en 1823 la capitanía en la batalla de Ochomogo. Sutil.