Enfoque

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¿Qué sería mejor: escoger a nuestros gobernantes por medio de elecciones o jugando a la lotería? Si tanto nos quejamos de la mala calidad de nuestro liderazgo político, a la larga sería mejor confiarle todo a la suerte. Eso, que suena a locura irresponsable, fue por cierto la manera como en la República de Venecia se eligió a la máxima autoridad (el Dogo) durante cinco siglos. Claro, no todo el mundo podía participar, ni escogiendo ni siendo uno de los números de la lotería, pero los venecianos preferían depender de la suerte para evitar que las influencias de los poderosos se impusieran en la escogencia del gobernante. ¿Se imaginan abrir el periódico y enterarse de que la lotería del domingo salió con el número de la cédula de uno?

Mi punto es el siguiente: a juzgar por la última encuesta de Unimer, los ticos estamos hiperfritos con nuestros políticos. No se salva títere con cabeza, no los queremos a cargo del Gobierno. Andamos buscando alternativas. Es, sin embargo, un ¡qué se vayan todos! a la tica: modosito, respondiendo por la interpósita mano de una encuesta pero, a diferencia de otros países, a casi nadie se ve protestando en público o armando alternativas viables. La pregunta es, entonces, ¿y qué con ese “enojito” pudibundo? Puede ser que el malestar y la desconfianza sean más intensas ahora, pero vienen de hace rato y poco ha pasado. A inicios de la década anterior, se derrumbó el bipartidismo y diez años después la cosa no se termina de rearmar. Tanta duda, lentitud y pasos tentativos, me hace pensar que la inutilidad del MOPT no es otra cosa que un espejo de nuestra propia condición.

Si no queremos a los políticos y tampoco queremos arremangarnos la camisa, entonces ¿por qué no jugamos a la lotería? Todo el mundo tendría igual chance, nos ahorramos la campaña política, la propaganda, los penosos episodios de políticos besando chiquillos moquientos y los discursos llenos de lugares comunes. Nadie tendría que mover un dedo, solo consultar el diario para ver si quedó electo presidente, o diputado o ministro. Algunos saldrían buenos y otros malos, pero no podríamos culpar a nadie más que a la mala suerte.

Ya son muchos años de queja machacona. Si lo de la lotería nos parece exagerado, entonces habría que ir más allá del derecho al berreo. Más participación en los asuntos públicos y más implicación en la deliberación de los temas relevantes, son medios para mejorar la calidad de la política. Pero si la democracia la convertimos en un espectáculo deportivo, con jugadores (políticos) en la cancha y el público (ciudadanía) en las graderías, autolimitándose al abucheo, no hemos hecho otra cosa que tirarla a los leones.

Mejor la lotería.