Enfoque

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cuando uno es chiquitillo, esmirriado y, encima, ningún Adonis, las cosas cuestan más. Una “caricia” para un fortachón es, en cambio, un sopapo bien dado para uno; aquel siempre mira cómodo para abajo y uno debe estirar el pescuezo; en el colegio, bailar con aquella guapura era para Fulano un jamón, pero una quimera para el hijo de mami. Sinsabores aparte, no escribo un manifiesto en contra de la injusta distribución de los dones. Hoy no pienso en personas, sino en países y, concretamente, en Costa Rica.

Pese a nuestras ínfulas, somos, en el concierto de las naciones, unos esmirriados chiquitillos y sin mucho atractivo. Lo de chiquitillos está clarísimo: incluso en Centroamérica apenas ganamos, y en ruda competencia, a El Salvador y Belice. Es cuestión de ver nuestro aparato productivo, con sus bajos niveles de productividad y eficiencia energética, para entender lo esmirriados que somos. Y no tenemos diamantes o, para el caso, petróleo como Catar (otro enano), que nos haga sexis.

Lo interesante es que muchas veces los chiquitillos esmirriados y feítos llegan más largo que los demás. Su condición inicial los obliga a ser más inteligentes, ágiles y metódicos para lograr sus objetivos. No hablo por mí, que soy caso perdido, y ni siquiera de personas (el gran Napoleón era un enano), sino, les recuerdo, de países. Singapur será chiquitillo pero muy fuerte; Suiza carece de grandes riquezas naturales. Ser una “cosita” puede implicar desventajas iniciales, pero, luego, si uno descubre sus propios puntos fuertes y los “trabaja”, lo pequeñito puede transformarse en una ventaja bien administrada precisamente porque nadie teme nada de uno.

Si pensamos de esta manera, derivamos ideas interesantes. Primero: un chiquitillo tiene que estar muy alerta, tener más ojos que una piña, porque las cosas lo afectan más rudamente. De esto deduzco que para Costa Rica es prioritario un servicio diplomático de primera, robusto y profesional. Segundo: un chiquitillo debe usar al máximo su reducida energía. De esto deduzco que Costa Rica debe disminuir su dependencia de los fósiles importados y evolucionar hacia una matriz limpia de fuentes de energía que abunden localmente. Tercero: un chiquitillo debe ser muy bueno en lo que los demás no son. De esto deduzco que Costa Rica debe especializarse en nichos específicos de productos y servicios que pocos países tengan. Finalmente, un chiquitillo debe sacar fuerzas de flaqueza para obtener resultados. De esto deduzco que, cuando se tiene poca población, solo mediante una fuerza laboral generalmente muy bien preparada pueden lograrse los altos niveles de productividad que requerimos (la equidad social es un imperativo para nuestro desarrollo). Chiquitillos, sí, ¿y qué?