Enfoque

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Son estos tiempos extraordinarios. Una oleada de rebeliones sacude el Oriente Medio y no solo caen dictadores, sino que se desquicia la geopolítica mundial. En la Casa Blanca y en los palacios de gobierno europeos se alaba el despertar de la democracia y de las libertades públicas en el Oriente Medio, pero, en rigor, por décadas lo único que les interesó del mundo árabe fue: (a) estabilidad política en los países a cualquier precio; (b) suministro seguro de petróleo. Si ambas condiciones se cumplían, todo el mundo veía hacia otro lado por impresentable que fuera el sultán o milico de turno. Qué se jodiera la calle árabe.

Las verguenzas de las dictaduras y sultanatos árabes son, en mucho, las verguenzas de un Occidente para el cual, con una dosis de prejuicio cultural mal disimulado, el islam por genética es hostil a la democracia. Reconozco que el único que recientemente habló de “exportar democracia” como propuesta transformativa para esa región fue el presidente Bush Jr. Su método, sin embargo, fue muy peculiar: hacerse el loco con las autocracias que le daban petróleo barato (por ejemplo, Arabia Saudí) e invadir dizque para construir democracias a punta de balazos en países que sacaron la rifa de su animadversión.

¿En cuáles países triunfarán estas rebeliones populares? ¿Cuáles darán paso a sistemas democratizados? ¿En cuáles emergerán regímenes teocráticos o nuevas dictaduras seculares? ¿Se afectará el suministro de petróleo al mundo? Es imposible saberlo aunque ahora nada es como antes. Mucho de lo que sigue dependerá de la calidad del liderazgo político de cada país y de la institucionalidad preexistente. Una vez pasada la primavera política, las revoluciones frecuentemente tienen un período jacobino –donde iluminados de toda suerte imponen el terror en nombre de las buenas ideas– y una contrarrevolución que busca restaurar a sangre y fuego el Ancien Régime. Lo que emerja de este choque de trenes decidirá el siglo XXI que estos países vivan.

Nosotros, enfrentados con las consecuencias de estas rebeliones, estamos como un mono tití en un vendaval: esperando el leñazo en cualquier momento. Una fuerte subida del petróleo a causa de la incertidumbre internacional nos golpeará duramente justo cuando atravesamos una situación económica delicada (crecimiento en desaceleración, déficit fiscal), un Gobierno con poco margen de maniobra y un sistema de partidos en absoluto desconcierto, consumido en pequeñeces. Aunque un monillo tití no puede evitar la tormenta, algo podría hacer para capearse el tiro. Pero de eso “nix”, nada, en esta Costa Rica de sainete que tanto parecemos disfrutar, donde un puente es tema de interés nacional.