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De la vida real...

¿Cuál es el problema número uno de Costa Rica? El incendio fiscal, como lo llama gráficamente Rolando Araya. Este y otros males se alimentan, sin embargo, de un alarmante déficit de ejecución o, como se dice popularmente, de poner el huevo o de tránsito de las palabras a los hechos que, en nuestro caso, no es una enfermedad solo de la voluntad, sino mental, como la de aquel que, convencido de que, al rayar en curva, se mata, lo hace. Y se mata. Él y otros.

Un ejemplo. En el barrio Los Sauces, en San Francisco de Dos Ríos, funciona, desde hace años, el Comité de Seguridad Comunitaria, registrado ante el Ministerio de Seguridad Pública. Uno de los objetivos fue, en setiembre del 2000, revisar el estado de los hidrantes. En tal sentido, acudieron al INS.

El Departamento de Ingeniería en Prevención del Cuerpo de Bomberos comunicó a dicho comité, en enero del 2001, que los hidrantes debían repararse con premura. Acatando el consejo de dicho departamento, los vecinos acudieron, en febrero del 2001, al director del Departamento de Hidrología de la Municipalidad de San José, quien respondió que a esa dependencia no le competía suministrar dicho servicio, por lo que los remitió al AyA.

El director de la Región Metropolitana del AyA contestó, en marzo del 2001, que las gestiones pertinentes debían encaminarse hacia el Departamento de Operaciones de la Central del Cuerpo de Bomberos. Es decir, primero al INS, de este a la Municipalidad de San José, de esta al AyA y de esta, de nuevo, al INS. Llegados a este punto, los vecinos de Los Sauces le escribieron al Cuerpo de Bomberos, en abril del 2001.

Como el destinatario bombero no respondía, el Comité de Seguridad echó mano del teléfono. Llamada va y llamada viene. Al fin, en julio se hizo el milagro: el funcionario atendió. Estaba vivo, pero les dijo que a ellos, los bomberos, no les correspondía dar este servicio, por lo que, gentilmente, sugirió a los vecinos presentar la gestión ante la Defensoría de los Habitantes. Sabedores estos de la tuza con que se rascaban, le pidieron que así lo expresara por escrito. Como la carta no llegaba, el 26 de julio, aniversario de la revolución cubana, lo llamaron para refrescarle la memoria, mas su secretaria respondió que el jefe estaba fuera del país. Los vecinos, respetuosos, le solicitaron a la secretaria que, al regreso del jefe, le recordara su compromiso. A la fecha, no han tenido respuesta. Quizá no ha regresado al país.

Un día, por el mal estado de los hidrantes, murió una persona. Al Comité de Seguridad de Los Sauces no les queda más, de ahora en adelante, que rezar. Conclusión: un Estado enclochado por dirigentes enclochados...