El resentimiento social de Ottón Solís

Solís actúa por el revanchismo contra los que han tenido éxito y han prosperado

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Al son de frijoles molidos y tostadas, Ottón Solís y ocho diputados del partido Acción Ciudadana celebraron la aprobación en primer debate del paquete de impuestos de la administración Chinchilla. No es para menos, pues Solís fue fundamental en la tramitación del proyecto, no solo comprometiendo los votos de su fracción a la implementación de la “vía rápida” legislativa, sino que ejerciendo presión sobre sus diputados de tal forma que la mayoría de estos –con tres excepciones– terminaron apoyando entusiastamente el paquete de impuestos a pesar de haber mostrado dudas iniciales. ¿Qué ocurrió para que el llamado “ottonismo” se convirtiera en un aliado incondicional del Gobierno?

No es cierto, como dice ahora Solís, que el PAC siempre apoyó más impuestos porque estaba en su plan de gobierno. En julio, la diputada Jeannette Ruiz publicó un artículo en este medio donde calificaba al proyecto de ley original del Ejecutivo como “un parche fiscal” ya que la “reforma tributaria que requiere Costa Rica no puede limitarse al aumento de impuestos”. Ruiz agregó que los votos del PAC dependían de que el Gobierno diera muestra claras de “austeridad, sana administración y justa distribución de los recursos”.

Despilfarro y corrupción. Hoy sabemos que esas precondiciones nunca se cumplieron. A pesar de sendos anuncios de austeridad del Ejecutivo, un informe de la Contraloría en septiembre indicó que “el gasto del Gobierno Central se ha venido expandiendo a tasas anuales que duplican las de los ingresos”.

La fracción del PAC reconoce que hay harto despilfarro y corrupción en el gasto público. El mismo día que Ottón Solís anunció su alianza con el Gobierno, el PAC acusó al PLN por despilfarrar ¢5.000 millones en clientelismo político en el uso de partidas municipales. Y hace unos meses, la fracción rojiamarilla lanzó una fuerte y bien fundamentada denuncia sobre cómo el gasto social de las administraciones Arias y Chinchilla no va dirigido a los más pobres, sino a maquillar las estadísticas de pobreza.

Sin embargo, a pesar de esta evidencia y al compromiso de no votar por un proyecto que se limitara a aumentar impuestos, Solís llegó a un acuerdo con la administración Chinchilla que consistía en 17 puntos, ninguno de los cuales demandó austeridad en el gasto público. En cambio, las solicitudes de Solís consistieron en incorporar más impuestos a lo que él ha llamado “los ricos y poderosos”. Es ahí donde el ottonismo ha sacado a relucir sus motivaciones ya que sus principales argumentos a favor del paquete de impuestos no se sostienen con un simple análisis.

¿Ayudará el paquete de impuestos a solucionar el déficit fiscal? No. El proyecto espera recaudar 1.5% del PIB, cifra calificada como optimista por expertos que esperan que el aumento en la recaudación no supere el 1%. Según estimaciones del BCCR, el déficit fiscal de este año será del 4,7% del PIB y el próximo año del 5,5%. De tal forma, aún en el escenario más optimista, el paquete de impuestos nos dejaría con un déficit similar al del año pasado (4,1% del PIB). Más bien, resulta curioso que el proyecto negociado por Solís redujo significativamente la expectativa de recaudación, a pesar de que contiene más impuestos que la versión original del Ejecutivo. A raíz del pacto Chinchilla-Solís, se incluyeron al proyecto la renta mundial y global, el impuesto a los autos “de lujo”, una tasa del 20% sobre los salarios mayores a ¢4 millones, el impuesto del 15% sobre los dividendos de las zonas francas, entre otros tributos. No obstante, esta versión recaudará menos que el 2,5% del PIB al que aspiraba originalmente el Gobierno.

Además, como documentara recientemente La Nación, en los últimos 25 años, tras cada aumento de impuestos impulsado por el Gobierno de turno, la situación fiscal del país volvió a empeorar. La razón radica en que una vez aprobados los nuevos tributos, el Gobierno se ve con recursos frescos y por ende vuelve a soltar las llaves del gasto. Basta con leer la misma exposición de motivos del proyecto de “Solidaridad Tributaria” –que habla de la necesidad de más impuestos para aumentar el gasto público –para saber que la historia se volverá a repetir–.

¿Es el paquete de impuestos progresivo? No. Casi el 60% de sus ingresos vendrá del impuesto al valor agregado (IVA), que lo pagan todos por igual: pobres, clase media y ricos. Los impuestos a “los ricos y poderosos” que tanto emocionan a Ottón Solís, prácticamente no generarán ingresos.

Según el ministerio de Hacienda, el impuesto a los salarios mayores de ¢4 millones recaudaría 1,3% del total y el impuesto a los carros de lujo menos que eso. Peor aún, Hacienda no sabe cuánto recibirá por concepto de renta mundial e impuesto a los dividendos de las zonas francas pero espera que no sea nada.

Resentimiento. Por ende, si el paquete de impuestos no es progresivo, no hace nada por contener el despilfarro en el gasto público y no solucionará la crisis fiscal del país, ¿por qué lo apoyó una mayoría de los diputados del PAC? Una y otra vez Ottón Solís ha señalado los impuestos a “los ricos y poderosos” como la razón de su respaldo. Pero, dado que esos tributos no generarán mayores ingresos al fisco, el entusiamo del ottonismo parece radicar simplemente en la ilusión de que dichos impuestos castigan al que más tiene –es decir, en un mero acto de resentimiento social–.

De tal forma, mientras al PLN lo mueve la voracidad fiscal en su búsqueda de más impuestos, al PAC ottonista lo impulsa ya no su discurso de responsabilidad y transparencia en el manejo de fondos públicos, ni sus otrora irrenunciables principios de austeridad y ética, sino solamente el revanchismo contra los que han tenido éxito y prosperado. Y, aunque sea ese el discurso, lo cierto es que la gran perdedora con este aumento de impuestos será la clase media: la que no gana salarios de más de ¢4 millones ni compra vehículos de lujo.

Un líder político cuyo principio básico de política económica consiste en ver a la generación de riqueza como algo malo que merece ser castigado con más impuestos, representa una apuesta segura para mantener a Costa Rica en el subdesarrollo.

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas para América Latina en el Cato Institute (). Twitter: @jchidalgo