Zozobra en el Hospital de Niños

Un estudio del Inciensa sobre la mortalidad posterior a las cirugías cardíacas en el Hospital de Niños brinda nuevas razonesde alarma

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Hace unos meses y de mala gana, las autoridades del Hospital de Niños aceptaron la altísima mortalidad de pacientes sometidos a cirugía cardíaca, pero la achacaron a circunstancias del pasado. Acto seguido, informaron sobre sus planes de mejora y ofrecieron cifras para demostrar los avances. Los datos eran demasiado altos para los estándares internacionales, pero mucho mejores que los de hacía unos pocos años.

Según los administradores del Hospital, en el 2010 la mortalidad fue de 15,4%. No es una cifra para celebrar. La media mundial de fallecimientos tras este tipo de cirugías apenas alcanza el 4%, y en Guatemala rondó el 10,7% entre 1997 y 2004, cuando ya en Costa Rica los números resultaban alarmantes. Pero la zozobra es todavía mayor a la luz de un reciente estudio del Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa) a cuyo tenor la realidad es mucho más grave.

Inciensa utilizó la base de datos proporcionada por el propio Hospital de Niños para determinar que la cifra de mortalidad en el 2010 llegó al 22,5%, casi once puntos por encima del dato proporcionado por las autoridades hospitalarias. Peor aún, las cifras de los tres años entre el 2008 y el 2010 demuestran un fuerte incremento en la mortalidad, que en el 2008 rondaba el 16,1%, y dos años más tarde alcanzó el 22,5%.

Según el Inciensa, la tetralogía de Fallot, un procedimiento empleado para corregir la obstrucción de una válvula pulmonar, produjo en el 2009 un 50% de mortalidad después de las operaciones, pero el hospital solo admite un 33%, cifra de todas formas alarmante en vista del 2,3% de mortalidad esperada en este tipo de operación.

Bastan las diferencias en cuanto a los datos de mortalidad para fruncir el ceño, pero los investigadores del Inciensa también determinaron que solo la mitad de los niños necesitados de intervenciones quirúrgicas son sometidos al procedimiento. El panorama es verdaderamente sombrío.

Las cifras ponen en entredicho las principales afirmaciones de las autoridades hospitalarias, que no se han distinguido por la transparencia. Si una vez se vieron obligadas a admitir resultados insatisfactorios con tal de acreditar progresos más recientes, hoy se ven confrontadas con el dramático cuestionamiento de aquellos supuestos avances.

Las manifestaciones de las autoridades del Hospital parecen diseñadas para profundizar las dudas. Cuando se les brinda la oportunidad de responder a los hallazgos del Inciensa, alegan desconocimiento del informe y guardan silencio. Sin embargo, La Nación tiene copia de la carta enviada al director médico, Dr. Rodolfo Hernández, con los resultados del estudio. En la carta consta un sello de recibido. Apenas una semana antes, la principal investigadora del estudio, Adriana Benavides Lara, había expuesto los resultados ante las jefaturas del Hospital y en presencia de autoridades de la Caja Costarricense de Seguro Social y el Ministerio de Salud.

El olvido de la transparencia no es reciente. En junio, cuando revelamos el problema gracias a informes de funcionarios consternados, una circular firmada por el Dr. Hernández recordó al personal que las divergencias “deben ser resueltas en casa” y enfatizó la incorrección de ventilar estos asuntos “ante un público que desconoce conceptos técnicos y médicos”. Además, las autoridades convocaron a un consejo médico ampliado para discutir sobre “conductas inadecuadas” del personal.

Lo importante, al parecer, era mantener al país en la ignorancia. Después de todo, nadie se enteró jamás de las gestiones y protestas iniciadas en el 2005 por los médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Niños. En el 2006, Rodolfo Neirotti, especialista argentino, estudió los procedimientos quirúrgicos y señaló fallas técnicas en las intervenciones cardíacas, pero las diferencias fueron “resueltas en casa”.

Tampoco hubo debate nacional en el 2009, cuando un equipo de especialistas del Hospital de Niños de Dallas evaluó las cirugías, encontró un vínculo entre las muertes y el uso de técnicas inapropiadas, y recomendó cambiar al cirujano principal “ya que si este profesional sigue interviniendo a estos niños, los resultados no serán satisfactorios, y los problemas persistirán”.

A finales de agosto, al Dr. Hernández se le pidieron explicaciones y contestó: “Eventualmente, todos nos morimos. Si sacamos mortalidad, en Costa Rica es del 100%”.

Es hora de respuestas más satisfactorias y ya no hay razón para esperarlas del Hospital de Niños.

El Ministerio de Salud y la Caja tienen la palabra. Es necesario insistir hasta que hagan uso de ella.