Victoria del libre comercio

La vía rápida despeja la autonomía presidencial de Barack Obama en la negociación de convenios de libre comercio

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El Congreso norteamericano completó el jueves la aprobación del “fast track” o vía rápida que despeja la autonomía presidencial en la negociación de convenios de libre comercio. Gracias a este mecanismo, el presidente, Barack Obama, podrá negociar y suscribir tratados de índole comercial, como el presente en discusión que incorpora a doce naciones del ámbito del Pacífico sin que el Congreso pueda involucrarse en el contenido de dichas contrataciones. Su potestad se limita a la aprobación o rechazo del texto final.

La autorización se extiende por seis años, lo cual posibilitará al presidente Obama, durante el tiempo restante de su administración, y a quien resulte ganador en los comicios de noviembre del 2016, retomar la iniciativa en los procesos aperturistas, incluso aquellos de enfoque global.

La magnitud del logro legislativo se ha podido constatar por las batallas libradas en ambas cámaras del Capitolio, la de representantes (435 miembros) y el Senado (100), durante los últimos meses. Señalemos, asimismo, que en las elecciones del 2014, los republicanos obtuvieron 247 curules de la Cámara de Representantes y 54 asientos del Senado. Este ejercicio ha permitido observar los intrincados lazos dentro de las respectivas cámaras y entre ellas. Tampoco sería dable analizar las dimensiones de la victoria de esta semana sin agregar la intensa atmósfera política inspirada por la afiliación demócrata y republicana que prevalece en el complicadísimo acomodo demandado por la propuesta.

Las dificultades surgieron de inmediato tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Aunque en ambas salas predomina una mayoría republicana, la iniciativa del Pacífico exigió un respaldo bipartidista. Ello obedeció a que en ambas bancadas coexisten sectores pro y antiaperturistas. En las dos se mueven aquellos miembros que son conservadores y los que pertenecen a tiendas liberales (en la acepción estadounidense). Estas orientaciones suelen demandar un ajedrez minucioso entre los respectivos liderazgos de manera que en el balance de los votos necesarios confluyan los escasos demócratas conservadores y la mayoría de republicanos no tan conservadores. Agreguemos la movilización de numerosas agrupaciones cívicas que virtualmente sitiaron los principales edificios del Capitolio.

El arribo del feliz desenlace requirió que Obama contara con una mayoría republicana y una minoría demócrata. De esta forma, el boleto ganador colocó a Obama a tono con la vital contabilidad republicana. Y así, el presidente, de la mano del líder republicano del Senado (Mitch McConnell) y del jefe republicano de la Cámara de Representantes (John Boehner) obtuvo este increíble final. En el camino quedaron perdidos los rectores demócratas del Capitolio, Nancy Pelosi y Harry Reid; del lado ganador, los incansables líderes republicanos de ambas cámaras y, notablemente, el presidente Obama.

No sobra señalar la virulenta y ofensiva marejada de golpes bajos en ambas direcciones. El oportunismo también apareció con pasos grandes. Algunos medios internacionales coincidieron en censurar la controversial actitud del senador tejano Ted Cruz, quien vertía pros un día y antis, el siguiente. La lista se torna interminable con el rosario de nombres en las alas partidistas. Ejercicios de alto voltaje como los de la semana, exigen un alto grado de civismo para servir de lección a las juventudes del país. El efecto ha sido posiblemente el contrario en esta importante ocasión.

De mayor trascendencia, quizás, la autorización de la vía rápida augura una mayor presencia de Washington en una zona del mundo donde la preeminencia se disputa con China. Esta es una de las incógnitas que penden de la victoria legislativa obtenida esta semana.