Una carrera de larga distancia

Las autoridades deportivas deben buscar respuestas ante los pobres resultados alcanzados en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz

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Aunque los fracasos son huérfanos, según la socorrida frase, las autoridades deportivas nacionales deben buscar respuestas ante los pobres resultados alcanzados en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, tanto de cara a nuestra participación en los Panamericanos de Toronto 2015 y las Olimpiadas de Río 2016, como a la planificación futura y la definición de metas a largo plazo.

Costa Rica quedó en duodécimo lugar en el medallero, entre 26 países, y retrocedió un puesto en relación con los Centroamericanos del 2013, en los que fue segundo del Istmo, para colocarse ahora por debajo de Guatemala y El Salvador.

La decepción mayor fue no haber podido sobrepasar las 27 medallas logradas hace dos décadas en Ponce, Puerto Rico, como esperaba el Comité Olímpico Nacional (CON), cuando Costa Rica obtuvo su mejor desempeño. En México se conquistaron 15 preseas, y una sola de oro, pero, más allá del entendible desaliento y frustración, se impone un profundo análisis sobre lo que el país está haciendo o dejando de hacer para promover los deportes de alto rendimiento.

Como admitió el presidente del CON, Henry Núñez, al valorar los frutos amargos de Veracruz: “Los Centroamericanos y del Caribe nos dan el mejor parámetro del nivel en el que estamos, es una radiografía del país”. Por lo tanto, estos resultados, sin duda preocupantes, no deben verse tan solo como el fracaso de una delegación de 282 atletas –la más numerosa que ha tenido Costa Rica–, sino de una política deportiva global, que muchos expertos aún juzgan improvisada, inconsistente o dependiente del interés ocasional de cada Gobierno.

Por primera vez en su historia, Costa Rica invirtió ¢7.500 millones, en los últimos tres años, en el ciclo olímpico. Estas cifras, que a primera vista podrían parecer excesivas, contrastan con la inversión multimillonaria efectuada por Guatemala durante más de dos décadas, y cuyos logros saltan a la vista, para no hablar de los méritos de potencias mundiales como Cuba y México.

Estos países y otros, como algunas pequeñas islas del Caribe anglosajón, que nos superaron en el medallero, han hecho del deporte una política de Estado, una estrategia de integración social y una filosofía de vida, que va desde la educación física, en los niveles escolar y colegial, hasta las costosas prácticas de alto rendimiento.

La administración de Luis Guillermo Solís ya anunció importantes recortes en el presupuesto del CON para el 2015, y, evidentemente, el adverso panorama fiscal y los logros en Veracruz no abonan al reclamo de más recursos económicos. Sin embargo, esta inconstancia en la asignación presupuestaria y falta de objetivos claros no es la excepción, sino la regla, en la política deportiva en el país. Por esta vía, no esperemos muchos trofeos en Toronto o en Río, y también será difícil alcanzar el primer puesto en los Juegos Centroamericanos del 2017, como se había propuesto el CON antes de asistir a Veracruz.

Sin dejar de sentar las responsabilidades individuales e institucionales que correspondan por el mal desempeño en los recientes Centroamericanos y del Caribe, nuestras autoridades deben realizar un profundo y radical examen de conciencia sobre la forma de encarar el fenómeno deportivo en su totalidad.

Como se ha apuntado en otras ocasiones desde este mismo foro, Costa Rica carece de una política pública en la detección y selección de talentos, la planificación de la infraestructura deportiva sigue siendo antojadiza y es nula la integración de los ámbitos recreativos y de alta competición.

“No tenemos claridad de lo que estamos haciendo. Aunque hacemos un esfuerzo en el Comité y el Icoder, aún nos falta mucho por mejorar, porque cada órgano hace un esfuerzo por su lado, pero no hay claridad de las funciones de cada organización, incluso a veces hay duplicidad: el Comité hace unas cosas y, luego, vemos que el Icoder también...”, según advirtió el presidente del CON.

Una mención especial debe hacerse a la Selección Preolímpica de Fútbol, cuya suma de fracasos se inició en el 2011. En un año glorioso para el balompié costarricense, este equipo decepcionó una vez más y tuvo la peor participación de su historia, lo cual nos deja en un incierto camino para asistir a Río en el 2016.

Esta es una prueba más de que Costa Rica no apuesta a largo plazo ni a la formación de las ligas menores, que es el verdadero semillero de los nuevos talentos. Veracruz, como otras sonadas frustraciones que ha sufrido el deporte local, debe convertirse en el trampolín de los logros y aspiraciones futuros.