Teatro Nacional en peligro

La madera es el material predominante en la construcción y no existe un sistema de control de incendios

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El Teatro Nacional fue construido con el esfuerzo del pueblo costarricense. Varios tributos, no solo el inicial impuesto a las exportaciones de café, permitieron construir la obra. Evitar su posible desaparición exigirá un nuevo esfuerzo nacional. La edificación, orgullo del país y de su capital, necesita una intervención urgente para prevenir un desastre.

En toda su historia, salvo un brevísimo momento, la joya arquitectónica y sus obras de arte han carecido de seguro contra incendios, según reveló una información de La Nación. El motivo de la imprevisión es quizá más alarmante que la imprevisión misma.

El Teatro carece de seguro por falta de fondos para pagarlo, pero, sobre todo, por el alto riesgo de un siniestro. El Instituto Nacional de Seguros (INS) exige condiciones mínimas para emitir una póliza y la histórica edificación no las reúne. La madera es el material predominante en la construcción y no existe un sistema de control de incendios. Las viejas instalaciones eléctricas incumplen los estándares de la actualidad y completan la trilogía del peligro.

A pesar de todo, el INS asumió el riesgo en el 2008. Emitió una póliza por $30 millones, pero las autoridades la cancelaron el año siguiente por falta de fondos para costearla. En cualquier caso, la póliza no es el principal problema, tratándose de un patrimonio irremplazable. ¿De qué nos sirve una millonada si ya se quemó?, pregunta William Monge, director del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.

La histórica casona de Santa Rosa cuenta desde el 2001 con sistemas preventivos y una póliza de seguro, pero aquel año las llamas destruyeron para siempre el 80% de la estructura original. La reconstrucción de la casona es un consuelo, pero la pérdida de su antigua estructura es irreparable.

En el caso del Teatro, lo urgente es hacer las reparaciones necesarias para prevenir el siniestro. Fred Herrera, director de la institución, dice necesitar “un plan maestro de ingeniería” para subsanar los problemas acumulados a lo largo de 120 años de historia. La administración pretende iniciar las obras en el 2018. Hasta entonces, solo la suerte seguirá conservando el edificio, pero desde ahora la dirección teme no contar con los fondos necesarios.

El presupuesto ordinario de la institución difícilmente alcanzará para pagar las nuevas tuberías, difusores y dispositivos de seguridad, así como la sustitución de materiales riesgosos y la reconstrucción de las instalaciones eléctricas, tan alejadas de las normas reguladoras vigentes.

El plan comprende ocho etapas, cuatro de las cuales no están directamente relacionadas con la seguridad. La administración del Teatro debe definir bien las prioridades. Algunas mejoras pueden esperar y si el Teatro debe suspender funciones durante algún tiempo para poner la seguridad en regla, es preferible hacerlo.

Pero los administradores también se plantean la posibilidad de hacer campañas para obtener donaciones. Cuanto antes mejor. La sociedad costarricense valora su teatro y una campaña, bien organizada y difundida, seguramente dará frutos. Otras iniciativas han dado resultado y la causa del Teatro Nacional tiene un atractivo especial. En la ejecución de esa tarea, los medios de comunicación podemos hacer un aporte significativo dando a conocer los problemas, los planes para hacerles frente y las iniciativas dirigidas a la recaudación de fondos. El esfuerzo desplegado hace 120 años por una modesta sociedad agrícola no puede seguir en peligro por inacción de quienes heredamos los beneficios.