Surcoop y la banca de desarrollo

Bien administrada, la banca de desarrollo puede producir beneficios sociales, pues integra al ciclo productivo actores y actividades que de otra manera habrían tenido dificultades para incorporarse a él

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En sentido estricto, la banca comercial es “banca de desarrollo”, pues canaliza recursos de ahorrantes netos que no cuentan con buenos proyectos de inversión, hacia personas y empresas carentes de la totalidad de los recursos necesarios para emprender sus proyectos. Los ahorrantes ganan el rédito obtenido sobre sus ahorros y ganan también los inversionistas, con los proyectos emprendidos.

Sin embargo, por banca de desarrollo generalmente se entiende un esquema particular, en que se canaliza ahorro y crédito por mecanismos alejados del sistema de mercado, sea porque los recursos no tienen costo para quien los coloca, porque se otorgan a tasas de interés con algún tipo de subsidio o porque se prestan a personas y empresas con debilidades iniciales que las desplazan del sistema financiero formal, por ejemplo, las pymes de reciente creación, que no disponen de garantías reales u operan en zonas de difícil acceso.

Bien administrada, la banca de desarrollo, entendida de esta manera, puede producir beneficios sociales, pues integra al ciclo productivo actores y actividades que de otra manera habrían tenido dificultades para incorporarse a él. Pero, mal administrada, podría atizar el riesgo moral, lo cual apareja ineficiencia y desperdicio de recursos sociales. Y esto se debe evitar a toda costa.

En la actualidad, una cooperativa agrícola, Surcoop, mantiene una deuda con el programa Banca para el Desarrollo por más de ¢2.000 millones. No solo no la ha atendido en la forma pactada, sino que se ha opuesto a la ejecución de las fincas dadas en garantía, como procede, según informamos el 17 de abril. La banca para el desarrollo no es un esquema de regalos. Su naturaleza es bancaria. Los representantes de los deudores deben tener conciencia, al solicitar y firmar un préstamo, que debe ser pagado según el convenio con la banca, so pena de perder la garantía cuando no lo hagan y hasta de perder su condición de sujetos de crédito.

En su versión más simple, el gobierno corporativo de las cooperativas tiene la peculiaridad de que no se maneja según el principio de una acción un voto, como las sociedades anónimas, sino con apego al principio de una persona un voto. Esto puede ser útil para ciertas actividades, en particular de redistribución, pero puede convertirse en un serio problema para el manejo financiero, pues podría darse el caso de que nadie, o muy pocos miembros, estén dispuestos a responder por las dificultades que llegare a enfrentar la cooperativa. En casos extremos, los miembros ven a su cooperativa más como una figura por explotar que una a la que se debe estimular y apoyar en todo momento, de ser necesario con aportes de capital.

El origen de Surcoop y de las obligaciones financieras que ha asumido es un tanto extraño. Puede ser que no haya nacido fuerte. El caso es que, según los administradores de la Banca para el Desarrollo, Surcoop no ha pagado ninguno de los préstamos otorgados por el Estado costarricense. Además, en dos ocasiones, en el 2010 y en el 2015, recibió condonación de una parte de sus deudas y aun así no ha salido a flote. El quehacer de Surcoop ha tenido mucho de “socialización de pérdidas”.

La moraleja es clara: el esquema de banca de desarrollo, que se alimenta con recursos de toda la sociedad costarricense, no debe estimular la conducta irresponsable de algunos de sus clientes. Todas las operaciones de crédito deben ser conformes con las más estrictas normas financieras; exactamente como está llamado a hacerlo un banco comercial. Sí así se hace, todos ganaremos. Si no, todos perderemos.