Siria fracturada

Por ahora, es difícil prever el final de la guerra dada la cantidad de fuerzas desplegadas en el terreno y su diversidad de fines

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Siria era hasta hace pocos años una potencia regional en Levante. A pesar del régimen despótico de la familia Asad, los enviados de las grandes potencias que hacían giras por la zona tenían en Damasco una visita obligada. Hoy, Siria ha decaído hasta desempeñar un papel menor, fracturada por una cruenta guerra interna y las hostilidades en el mundo islámico, incluidas las del fundamentalista Estado Islámico (EI).

El escenario de conflicto atrae a un mosaico de fuerzas, a menudo desconcertante. El epicentro de la inestabilidad reinante en Siria está en Alepo, la histórica capital de la provincia del mismo nombre. Es ahí donde la mayor parte de las acciones armadas entre fuerzas leales al régimen y sus opositores tienen lugar. Pero los analistas anticipan una conflagración de mayores dimensiones como consecuencia de la alianza de Moscú y Damasco que, según el canciller sirio, en poco tiempo retomará Alepo.

Las tropas leales al régimen también se están expandiendo con el arribo continuo de efectivos de Irak, Irán, Paquistán, Líbano y Afganistán. Cabe agregar que parte importante de las acciones gubernamentales gozan de la protección aérea rusa. Arabia Saudita, Catar y Jordania han desatado bombardeos contra el EI en zonas fronterizas, pero, mientras Rusia declaró su intención de combatir a los mismos radicales, sus bombardeos tuvieron como blanco preferente a las fuerzas contrarias a Asad.

Pero la oposición tampoco es una sola. La conforman una docena de grupos entre algunos de los cuales también ha habido enfrentamiento en el campo de batalla. Existe un organismo creado para consolidar una coalición, pero eso no ha impedido enfrentamientos internos.

El Estado Islámico, por su parte, ha luchado contra todos y llegó a controlar la mitad del territorio sirio. Enfrentó con éxito a los kurdos en el norte, pero ha vuelto a perder el terreno ganado. También tomó territorios del Gobierno sirio, de los rebeldes y de diversos dominios tribales.

Conocedores de los planes de las fuerzas de Asad, los rebeldes despliegan hoy su ofensiva en otros puntos de Alepo. Las acciones bélicas se producen junto con el ingreso de tropas y cazas de Turquía en el norte de la provincia. Estados Unidos, a su vez, colabora con los turcos para consolidar avances en esa zona. En este insólito escenario, Washington y Moscú se observan recíprocamente para no atacarse ni interferir entre ellos.

La incorporación de Turquía a una nueva estructura de mando con Estados Unidos en el peligroso ballet de Alepo es otro factor de peso. Por lo pronto, todas las partes tienen su papel en la delicada operación. No sobra señalar que algunos grupos involucrados traman nuevas operaciones contra el EI.

El dilema de Turquía es quizá el más revelador de la complejidad de la guerra en Siria. Ankara ha dado su apoyo a los grupos contrarios al régimen de Asad, pero titubeó a la hora de enfrentar directamente al Estado Islámico por temor a favorecer a los kurdos, dada su histórica confrontación con ellos.

Para defender su participación en el marasmo y previendo quizás que algunas figuras del poder legislativo se despachen contra ella, el presidente Obama alabó el miércoles la colaboración de las fuerzas norteamericanas en las complejas operaciones.

Tan enmarañada como la situación en el terreno, es el marco reglamentario establecido para la intervención estadounidense en Siria. El Senado incluso aprobó, el miércoles, una prohibición de importar artefactos sirios considerados de valor histórico para salir al paso a los rumores de que miembros de las fuerzas armadas podrían tener los ojos puestos en objetos semejantes.

A estas alturas, no resulta fácil discernir los objetivos de cada una de las fuerzas desplegadas en el ensangrentado país y mucho menos la posibilidad de armonizarlos. Si la intervención en Siria se tradujera en un primer peldaño para el establecimiento de un orden de vocación democrática, toda la región saldría favorecida, pero hay razones para contemplar la posibilidad con escepticismo. Por ahora, es difícil prever el final de la guerra.