Sangre a cántaros en Filipinas

La batida contra el narcotráfico del presidente Rodrigo Duterte ya ha cobrado unas 6.000 vidas

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La República de Filipinas ocupa un hermoso archipiélago, famoso por sus bellezas naturales y destaca por la laboriosidad de su pueblo. No obstante, su buena fama, lentamente recuperada después de la caída de la dictadura de Ferdinand Marcos, tiende a opacarse cada día por los excesos del flamante presidente Rodrigo Duterte. En ejercicio desde junio del presente año, el mandatario prometió, durante la campaña electoral, “mano dura” contra la delincuencia, sobre todo el narcotráfico contra el cual dijo estar decidido a luchar hasta “exterminarlo”.

La batida contra el crimen inaugurada con su llegada a la presidencia ya ha cobrado unas 6.000 vidas, no todas de delincuentes y policías. Calificados observadores señalan que el número de muertos es todavía mayor. El palmarés de Duterte incluye también flagrantes quebrantos de las leyes que juró resguardar, así como de las normas elementales de la democracia consagradas en la legislación de su país.

Las críticas no han disminuido el desenfreno de Duterte. En una rueda de prensa reciente, se despachó a decir: “Si Alemania tuvo a Hitler, Filipinas me tiene hoy a mí. Hitler masacró a tres millones de judíos. Ahora hay aquí tres millones de drogadictos y me gustaría masacrarlos a todos”. Aparte de que los judíos asesinados por Hitler fueron muchos millones más, el horror de un gobernante dispuesto a comparase con un asesino de esa talla es espeluznante. Ese desafuero y otros han crispado nervios en la región y el mundo.

Días después, Duterte proclamó haber desembolsado $20 millones para adquirir medicamentos destinados a la rehabilitación de fármacodependientes y agregó que los no curados podrían recurrir a una soga que les obsequiaría “para colgarse por sí mismos”. El crudo y vulgar lenguaje del déspota en que Dutarte se ha convertido revelan una mentalidad enfermiza y cruel.

El presidente no ha escatimado insultos en serie contra Estados Unidos y la Comunidad Europea. A esos gobiernos los acusa de hipocresía en torno a la crisis de refugiados en Europa y otros países. “Cerráis vuestras puertas, es invierno y millones de seres humanos escapan de Oriente Medio en procura de refugio. Permitís que se pudran. En cambio, ¿estáis preocupados por la muerte de mil, dos mil o tres mil personas aquí?”.

Los insultos de Duterte no han sido ignorados en el exterior y no conocen límites. Fue capaz, incluso, de ofender a la madre del presidente Obama y se ha referido a varios líderes europeos en términos similares. El jueves, el Departamento de Estado estadounidense hizo saber que Washington suspendió la entrega de ayuda económica a Filipinas, preocupado por el quebrantamiento del orden legal en la campaña contra el narcotráfico, que no da señas de amainar.

El desembolso que correspondía a este mes era parte de un “paquete” cuyo importe no ha sido revelado por ninguno de los gobiernos. Señala el New York Times que este “paquete” es inferior a uno anterior por $434 millones. En todo caso, son sumas importantes para Filipinas por su posible impacto en las condiciones de vida de la población. Los diplomáticos aclararon que el programa podría reanudarse más adelante, pero no en las presentes circunstancias.

¿Cuál será el destino de otras ayudas foráneas que posiblemente Filipinas ha venido recibiendo de naciones que Duterte ya incluyó en la categoría de hipócritas? Al exótico mandatario le costará trabajo restaurar ese influjo de fondos, si es que realmente le importa. Pronto sabremos cuáles compensaciones exigirá Filipinas para aliviar en algo el faltante. Duterte y su desalmada lucha contra las drogas están teniendo un impacto considerable sobre la geopolítica.