Réquiem por la Doctrina Monroe

El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, proclamó la defunción de la Doctrina Monroe

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En un discurso pronunciado la semana pasada en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington DC, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, proclamó la defunción de la Doctrina Monroe. En sus propias palabras, “la era de la Doctrina Monroe ha terminado”, declaración que motivó una ola de aplausos de los asistentes.

La realidad es que la Doctrina Monroe dejó de existir hace mucho tiempo. Su origen fue un párrafo del mensaje del presidente James Monroe al Congreso, en diciembre de 1823, en el que externó la oposición estadounidense a nuevas colonias y dependencias europeas en cualquier punto de las Américas. En consecuencia, la Doctrina Monroe generó gran entusiasmo en naciones de la región involucradas en sus propias luchas independentistas contra España y sus aliados europeos.

De ahí en adelante, la Doctrina perdió su brillo y abolengo. Varios mandatarios y legisladores (como son los casos de Roosevelt y Platt) promovieron cambios que lastimaban la soberanía de naciones latinoamericanas. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) fue adoptado por una mayoría de países del área. Suscrito en Río de Janeiro, en1947, y en vigor al año siguiente, estableció un sistema de defensa recíproco, cuyo texto dispone una equiparación de todas las naciones signatarias.

Con todo, el Sistema Interamericano, como reemplazo de la unilateralidad de la Doctrina Monroe, mostró inconsistencias. El momento culminante de los acuerdos de seguridad fue la imposición de sanciones a Cuba, pero en otras oportunidades imperó el inmovilismo. Un momento triste, pero significativo, fue cuando el caso de Haití, con sus desgracias y horrores, fue despachado por la OEA a la ONU sin mayor detenimiento ni consideración.

La reciente proclama de Kerry, si bien es bienvenida, debe ser antesala del fortalecimiento de los mecanismos de seguridad continentales y multilaterales para que no sea interpretada como invitación a la inercia. El socialismo revolucionario promovido por Hugo Chávez, hoy reemplazado por Nicolás Maduro con el empuje de Cuba, ha demostrado vocación de incidir en los asuntos de países vecinos. Existen, además, formidables retos planteados por el crimen organizado y el narcotráfico.

La invocación de Kerry habría sido más reconfortante si, al momento de declarar la muerte de la Doctrina Monroe, no hubiera dejado de aludir al dolor creciente de pueblos hermanos sometidos a dictaduras que oscurecen el futuro latinoamericano. Tampoco se escuchó una instancia para reformar a la OEA y transformarla en un mecanismo efectivo y menos burocratizado de promoción de la democracia en Latinoamérica.

Quizás una OEA más ágil y resuelta podría dar contenido a las esperanzas de un nuevo panorama interamericano. Con un liderazgo capaz y motivado podría, quizás, detener el avance del autoritarismo, velar por la extensión de la democracia o, cuando menos, plantarse en su defensa.

Sin embargo, Kerry y su Gobierno no han visto al continente como un espacio donde su presencia, con el respeto debido a cada cual, podría tener un efecto benéfico. Sobre los puntos álgidos del mapa de la región, mucho se podría avanzar, pero ninguno de estos desafíos parece ocupar un espacio de importancia en la agenda del secretario Kerry.

Esperemos días de mayor resolución en la OEA, en la Administración estadounidense y en las democracias del continente, a fin de rescatar, si eso fuera posible, a la OEA y otros organismos para concretar las metas que impone el momento histórico.