Recuperación e incertidumbre en la economía mundial

La recuperación se inició en el segundo semestre del 2016 con el fuerte impulso de la producción manufacturera y la estabilización de las principales materias primas

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La nueva publicación del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las perspectivas de la economía mundial es una valiosa llamada de atención y precaución. Dos fuerzas con direcciones opuestas –una buena y otra no– compiten entre sí: recuperación del crecimiento y comercio mundial, por un lado, y, por otro, nuevos riesgos e incertidumbre por ciertas políticas económicas, especialmente en Inglaterra y EE. UU. Todavía es temprano para saber si la segunda fuerza prevalecerá sobre la primera.

La recuperación de la economía mundial se inició en el segundo semestre del 2016 con el fuerte impulso de la producción manufacturera y la estabilización de las principales materias primas a niveles de precios mayores. Esa recuperación se extenderá al 2017 y 2018, impulsada por las economías de Estados Unidos, Europa y Japón, y algunas economías emergentes, como China y Brasil.

Como un todo, la producción mundial crecerá a tasas del 3,4% y 3,6% en el presente y próximo año, respectivamente, comparadas favorablemente con el 3,1% del 2016. A su vez, la tasa de crecimiento del comercio mundial se estima que excederá el 4% en el 2018, superior a la expansión del PIB global por primera vez en varios años. Más crecimiento y mayores volúmenes de comercio amplían las posibilidades para las exportaciones de los países en desarrollo, incluido el nuestro. Es, sin duda, una buena noticia.

El crecimiento de la producción en los EE. UU. pasará de un 1,6% en el 2016 al 2,3% en el 2017 y el 2,5% en el 2018, según el FMI. Los nuevos planes de inversión pública y cierta desregulación –afirma– así como los programas ambiciosos de reducción de impuestos corporativos, del 35% al 15% anual, han sido descontados por las bolsas de valores en anticipo de mayores utilidades, ahorro e inversión. Aunque las tasas de crecimiento ahora proyectadas no son tan elevadas (comparadas, por ejemplo, con las de los países asiáticos de un 6,4%), permitirán mantener bajos niveles de desocupación (4,6% de la fuerza laboral), similares al pleno empleo.

Esos niveles de ocupación, sin embargo, han sido y serán detonantes para incrementar los salarios y la inflación, por lo que es de esperar que las tasas de interés también reaccionen al alza, atizadas por un mayor déficit fiscal vinculado a los programas de inversión pública. Todos estos incrementos se trasladarán al resto del mundo. Para nuestros países, sin embargo, no son buenas noticias, por lo que debemos empezar a prepararnos para enfrentar variaciones más altas de inflación y tasas de interés.

Los países de la zona del euro y Japón continuarán con bajas tasas de crecimiento, pero en niveles positivos. En Inglaterra, la tasa de crecimiento será menor debido al efecto del denominado brexit, y la inflación subirá al tener que pagar los consumidores, eventualmente, impuestos de importación por lo bienes procedentes de la zona del euro.

Latinoamérica se recuperará levemente: un 1,2% en el 2017 y un 2,1% en el 2018 (comparado con una caída del -0,7% en el 2016), ayudada, en parte, por la estabilización de las materias primas, incluido el petróleo, y la depreciación de sus monedas ante el alza del dólar. Los países de Asia, liderados por China (6,5%) y la India (7,2%), seguirán de punteros en crecimiento mundial. Estas tasas de crecimiento tan elevadas en esa región sugieren que los países pequeños y abiertos, como el nuestro, deberían adherirse al tratado de la Cuenca del Pacífico, definitivamente muy prometedor. Lástima que el gobierno costarricense actual haya dejado pasar la oportunidad de adherirse a ese tratado, abierta por el gobierno anterior.

Entre los retos que enfrentará la economía mundial destaca el creciente proteccionismo y posible retroceso del comercio internacional, ejemplificado por la salida del Reino Unido de la Unión Europea y las serias amenazas de aislacionismo de la nueva administración estadounidense. Según Gary Cohn, nuevo consejero económico del presidente Trump, su gobierno se inclina por mantener un régimen de comercio libre con las demás naciones, pero más “justo” para los Estados Unidos. ¿Qué significa “libre pero justo”? ¿Tiene sentido forzar la repatriación de empleos hacia los Estados Unidos en perjuicio de muchos países en desarrollo? No es difícil imaginar las contradicciones potenciales que involucran esos conceptos y el retroceso que podrían implicar en la larga e interrumpida carrera hacia el libre comercio iniciada muchas décadas atrás. Y aquí, de nuevo, es prudente esperar unos meses hasta conocer los alcances de las restricciones al libre comercio mundial y los riesgos de iniciar una guerra tarifaria y de devaluaciones competitivas, en detrimento de la economía mundial. Se afectaría, sobre todo, el bienestar de los consumidores de todos los países, así como la eficiencia y la competitividad de la producción mundial.

Al igual que el FMI, esperamos que la nueva administración estadounidense reconsidere su posición sobre el libre comercio o, al menos, la suavice, para que la incertidumbre y eventuales acciones negativas no opaquen el incipiente proceso de la recuperación internacional.