Prudencia y decisión

Ante el secuestro, el Gobierno debe actuar con prudencia y astucia

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El secuestro en el norte de San Carlos de una turista alemana y de una guía suiza residente en el país, replantea el tema de la seguridad en esta zona y, también, la de los turistas.

Estos actos delictivos son espernibles, en primer lugar, porque atentan contra la libertad de las personas que, al ser convertidas en objeto de negocio o de lucro, atacan directamente su dignidad. Bien hacen, por ello, las autoridades en desplegar todos sus recursos técnicos, financieros y personales para liberar a las víctimas y capturar a los delincuentes. Además, la condición de extranjeros y de visitantes de los secuestrados compromete también a nuestro Gobierno internacionalmente. Formulamos votos para que la prudencia, la energía y la sagacidad guíen estas delicadas tareas y para que este esfuerzo resulte venturoso. El Gobierno debe actuar para proteger la vida de las secuestradas, pero también debe evitar el establecimiento de precedentes que estimulen secuestros futuros.

Resulta inevitable considerar, asimismo, la dimensión de la actividad turística, afectada, en los últimos años, por estas acciones. El pasado 14 de diciembre, 15 turistas alemanes fueron asaltados en el Mirador de Orosi, en Cartago, por sujetos encapuchados. De acuerdo con las estadísticas, el asalto a turistas, si bien debe ser objeto de preocupación constante de las autoridades, no ha alcanzado cifras alarmantes. Con todo, su repercusión cualitativa es enorme en el exterior, sobre todo en los países europeos. Su efecto multiplicador afecta directa y rudamente la actividad turística. Se impone, por lo tanto, una revisión esmerada de la estrategia nacional en este campo tanto en lo tocante a la seguridad concreta de los turistas cuanto en la tarea de información en el exterior. El turismo representa el principal rubro económico del país. En 1995 nos visitaron 761.000 turistas, de los cuales 40.000 alemanes. Hay, pues, motivos suficientes para preocuparse.

La ejecución de este secuestro en la zona de San Carlos también debe ser motivo de reflexión, por cuanto esta ha sido una de las regiones del país más afectadas por la violencia en Nicaragua, en los años finales de Somoza, en el período sandinista y en la resaca de este régimen. Su cercanía a Nicaragua la transformó en corredor de asaltantes y asesinos, así como de libérrimo tráfico de armas. El incremento de la violencia en San Carlos es motivo de honda preocupación. Lamentablemente, nuestros gobiernos no han reaccionado con la previsión y energía que los hechos demandaban. Pese al sensible cambio sufrido por esta zona frente al acoso de la delincuencia de todo género, la reacción gubernamental no fue consecuente. Esta omisión o lentitud es palpable aún en el campo de las comunicaciones con las autoridades, como quedó verificado en este secuestro.

Los más refinados métodos no eliminan la capacidad delictiva de las personas, pero sí pueden reducirla. Por sus especiales condiciones geográficas e históricas, la seguridad en San Carlos debe revisarse en forma integral. Por lo menos, los delincuentes deben sentir que no es tan fácil y tan cómodo llevar a cabo sus fechorías. Se trata de un imperativo en pro de la tranquilidad de los habitantes de la zona que, además, redundará en beneficio de la industria turística.