Piensa, aliméntate, ahorra

La época festiva se traduce en un incremento de la huella alimentaria y en graves consecuencias ecológicas y económicas

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Una tercera parte de la comida adquirida para Navidad y año nuevo no va a ser consumida y terminará en el tarro de la basura, junto a toneladas de desperdicios. Este derroche es un fenómeno mundial y se calcula que en Latinoamérica asciende a 1.360 kilogramos por segundo. La época festiva, caracterizada por la adquisición frenética de bienes efímeros, se traduce en un incremento de la huella alimentaria y en graves consecuencias ecológicas y económicas para todos.

La “cuesta de enero” comienza con una montaña de desechos, ya que estos aumentan un 35% en Costa Rica. Cada enero, La Nación da cuenta de la aglomeración de arbolitos, cajas de televisores y adornos abandonados en los basureros a cielo abierto y rellenos sanitarios.

Algunas de estas tendencias se están revertiendo gracias a una mayor conciencia global y al acceso a tecnologías eficientes. A diferencia de la década anterior, el gasto en energía eléctrica en diciembre desciende un 1%, según la Compañía de Fuerza y Luz, debido al uso de bombillas LED y a la aplicación de recomendaciones de ahorro. Los nuevos patrones de consumo también inciden en que cada vez hay más usuarios que se preocupan por disponer adecuadamente de los árboles de Navidad y colaboran con las campañas de recolección que organizan municipalidades, empresas y grupos de la sociedad civil.

El Instituto Tecnológico promueve un programa de apoyo a los pequeños productores de ciprés para que siembren de forma sostenible, bajo estándares ecológicos certificados. Esto contribuye al desarrollo forestal, a la fijación de dióxido de carbono y a la prosperidad de las comunidades.

En los últimos años se han divulgado numerosas prácticas de consumo y estilos de vida responsables, que pueden consultarse en sitios web, y que van desde lo más simple, como la reducción del contenido calórico del tamal –cada uno equivale a cuatro cucharaditas de grasa–, hasta la importancia de la economía amigable con el medioambiente y la reutilización de los alimentos.

En el 2013, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lanzó la campaña “Piensa. Aliméntate. Ahorra. Reduce tu huella alimentaria”, con el fin de despertar la conciencia pública sobre la tragedia moral que implica desperdiciar comida, en un mundo con hambre o mal nutrido, y sus efectos nocivos sobre la explotación de los suelos, la contaminación, el uso de los recursos hídricos y el cambio climático.

El mensaje es que los mínimos cambios de conducta, como los hábitos de compra de los productos y la manera de conservarlos, pueden generar grandes beneficios. De acuerdo con la FAO, en el país se pierde un 10% de lo producido en comestibles, lo cual sería suficiente para alimentar a la mitad de los 400.000 habitantes que no satisfacen sus necesidades alimentarias. En Latinoamérica, el desperdicio es aún mayor y permitiría dar de comer a 300 millones de personas.

Costa Rica es uno de los siete países en el subcontinente que cuentan con un banco de alimentos, un exitoso programa de distribución de comida que ha repartido 2.200 toneladas de productos en su primer año y medio de existencia, lo que equivale a 21 millones de platos.

El proyecto agrupa a las empresas líderes del sector que, en vez de eliminar los comestibles en perfecto estado que ya no pueden venderse por daños en la etiqueta o por tratarse de promociones estacionales –como las galletas de Navidad–, los entregan a grupos de ayuda social.

El Banco de Alimentos, que ha sido puesto por la FAO como un modelo regional, también es interesante porque opera con muy pocos empleados y gastos administrativos, y se vale del voluntariado y del Trabajo Comunal Universitario (TCU) para su funcionamiento.

Esta iniciativa y otras, como Casa de los Niños, que recibe apoyo del Banco de Alimentos y mantiene un sistema de distribución propio, al que usted puede sumarse, son respuestas de la sociedad civil al desafío del hambre, la desigualdad y la creciente huella ecológica. Son fórmulas creativas que contribuyen a hacer del consumo un ejercicio responsable, especialmente en esta época del año.