Peligrosa ebullición en Venezuela

Es hora de intensificar esfuerzos para impedir un desbordamiento de las crecientes pasiones

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Lo que sucede en Venezuela desafía los pronósticos más pesimistas. Cada día la alimentación, la salud y los más básicos principios de respeto a los derechos humanos se desploman ante el autoritarismo de Nicolás Maduro y la cúpula del chavismo.

El régimen da pocas señales de estar interesado en una transición civilizada y las negociaciones instadas por figuras mundiales como el papa Francisco podrían ser transformadas en medios de apaciguamiento con la sola intención de ganar tiempo. No es un recurso nuevo. Ya ha sido ensayado por un largo elenco de déspotas cuando la oposición de sus pueblos los hace sentir inseguridad.

La desconfianza explica por qué la unión de partidos opositores (Mesa de la Unidad Democrática, MUD) podría abstenerse de asistir hoy a una cita en la isla Margarita para conversar sobre la iniciativa papal encaminada a abrir un diálogo bajo la moderación de un cardenal europeo.

Pero en Venezuela la presión ha venido en aumento desde hace demasiado tiempo. Un bien documentado informe de Human Rights Watch señala que “en los últimos dos años, la escasez de medicamentos e insumos básicos ha pasado a ser casi absoluta. Por ejemplo, de antibióticos, analgésicos, guantes descartables y gasas. Los médicos se ven obligados a pedir a los pacientes que los traigan ellos mismos, pero la mayoría de los medicamentos esenciales no están disponibles en las farmacias”.

Venezuela se ha empobrecido aceleradamente por los desmanes de Maduro, quien niega la existencia de una crisis. Se ha visto afectada por la caída en los precios del petróleo, como sucede con otros países dependientes de la venta de crudo, pero el mal manejo de la crisis, en su caso, ha sido notorio. Pero el gobernante no ve su mano en el desastre e insiste en que hay toda una guerra económica montada por “la oposición política, el sector privado y poderes extranjeros”.

Gobiernos de la región subrayan la existencia de una crisis humanitaria, situación corroborada por los organismos internacionales, pero Maduro se niega a admitirlo y ha bloqueado iniciativas de la Asamblea Nacional para obtener auxilio del exterior.

Sin embargo, no es fácil desentenderse de una inflación galopante, que ya llega al 475%. Maduro decretó el jueves un aumento de salarios del 40%, que palidece ante la magnitud de la inflación y pronto quedará disuelto en su torbellino.

En meses recientes, Maduro ha debido encarar acusaciones y críticas en el ámbito regional y mundial. La Asamblea Nacional tiene en agenda un juicio político y la declaratoria de “abandono del cargo”. Las marchas opositoras no cesan. Una programada para hoy insistirá en la remoción del mandatario.

Cada vez se hace más claro que Maduro no abandonará su cargo si no se presentan condiciones todavía más extremas. También es evidente que la MUD no tiene apetito para otra cosa que no sea la salida del gobernante. Gran parte de la población la respalda en esas aspiraciones. Los ánimos están sumamente caldeados y cada bando se aferra a fórmulas irreconciliables.

La OEA está paralizada, en buena medida producto de la timidez de las naciones democráticas, pero también del apoyo brindado a Venezuela por naciones caribeñas y lo que queda de la Alianza Bolivariana.

Pero es hora de intensificar esfuerzos para impedir un desbordamiento de las crecientes pasiones. Ya ha habido enfrentamientos violentos y la situación es en extremo volátil. El régimen la ha llevado al punto de cerrar salidas distintas a su abandono del poder, sea permitiendo la celebración del referendo revocatorio al cual los venezolanos tienen derecho según la propia Constitución chavista, o por medio de la renuncia.