Panorama macroeconómico

Hizo bien el Banco Central al derogar la restricción a la expansión crediticia en colones y moneda extranjera

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Hizo bien el Banco Central al derogar la restricción a la expansión crediticia en colones y moneda extranjera, según lo acordó el miércoles pasado con ocasión de la revisión del Programa Macroeconómico para el período 2013-14. En el nuevo programa notamos, además, otros elementos positivos y negativos que conviene comentar.

Sobresale, en primer lugar, la justificación invocada para derogar la restricción: la economía costarricense ha venido perdiendo dinamismo aceleradamente, el crédito al sector privado tuvo un crecimiento relativamente moderado en el primer semestre, no hubo mayor presión en la demanda agregada, y la inflación se mantiene dentro de los rangos establecidos al inicio del año (5%, más o menos 1%). En esas circunstancias, resultaba contraproducente mantener una restricción cuando el problema no era de inflación sino de menor crecimiento y mayor desempleo.

El Banco Central pudo haber previsto la desaceleración que venía gestándose desde abril del 2012 y actuar con mayor antelación para a evitar que la tasa mensual de crecimiento de la producción cayera de un 7,5% en marzo de ese año a menos de un 2% actualmente. Es más, ni siquiera debió haber impuesto la restricción, pues ya en enero la tasa de expansión había caído a la mitad. El Banco tardó muchos meses en reconocer su omisión, a pesar de que muchas personas y entidades se lo recomendaron, incluyendo este diario. Pero, como dice el refrán, más vale tarde que nunca.

La pérdida de dinamismo de la economía costarricense no es enteramente responsabilidad del Banco Central. Esto debe quedar muy claro. Influyeron otros factores, incluyendo las vicisitudes de la economía internacional y, también, fallas en la economía interna. Las tasas de crecimiento de nuestros principales socios comerciales desarrollados –Estados Unidos, Japón y la Unión Europea– fueron recientemente revisadas a la baja, según el más reciente informe del Fondo Monetario Internacional (crecerán apenas 1,2% en el 2013, incluyendo otros países desarrollados), lo cual ha afectado nuestras exportaciones, que han perdido dinamismo.

La economía interna se ha visto afectada. La agricultura muestra tasas de variación negativas, lo cual afecta otras variables importantes como empleo y salarios. En el sector público la tasa de inversión está, de nuevo, a la baja, lo que también afecta el crecimiento y empleo. Como consecuencia, el Banco Central tuvo que revisar el crecimiento total de la producción, de un 4% originalmente previsto para este año a solamente un 3% real. Esa expansión de mediana magnitud será insuficiente para disminuir el desempleo. Y no se puede descartar que aumente en las próximas mediciones trimestrales del INEC, con el riesgo de exceder el 10% de la fuerza laboral.

Las nuevas proyecciones insertas en el Programa Macroeconómico revelan un peligroso deterioro de las finanzas públicas, particularmente para el 2014. El déficit del Gobierno central se dispara de un 4,8% previsto a inicios de este año a un 6,6% el año entrante; las pérdidas de operación del Banco Central suben al equivalente de un 1% del PIB –lo cual podría traducirse en inflación futura– , y el déficit fiscal del sector público consolidado rondará el 7% del PIB. Semejante deterioro de la situación fiscal pone en entredicho a la presente administración por su reducida capacidad para resolverlo, y en un aprieto a la siguiente que estará obligada a adoptar drásticas medidas desde el inicio.

El creciente desequilibrio fiscal se reflejará en buena medida en las cuentas externas de la balanza de pagos. Al expandirse el gasto total –que es la suma de las erogaciones de un sector privado aletargado y un sector público en fuerte expansión–, el exceso fiscal se traduce en mayores importaciones de bienes y servicios, lo cual incrementa el faltante en la cuenta corriente de la balanza de pagos. El año entrante llegará a la notoria suma de $2.735 millones. Uno se preguntaría cómo haría el país para financiar semejante desbalance sin afectar el tipo de cambio. La respuesta está en las entradas de capital, que excederán esa suma y sobrará para acumular reservas.

Pero el problema no son las entradas de capital privado, que apenas llegarán a $2.511 millones (entre inversión extranjera directa y financiera), sino las entradas de capital provenientes del endeudamiento público, que ascenderá a $1.285 millones. Los ingresos de capital, juntos, llegarán a $3.796 millones, muy por encima del déficit en la cuenta corriente antes apuntado. Eso obligará al Banco Central a intervenir en el mercado cambiario con el dubitativo propósito de sostener la banda inferior, comprar reservas, expandir la emisión, recogerla de nuevo presionando las tasas de interés, incrementar sus pérdidas de operación y exponer a los costarricenses a inflación futura, todo por no estar dispuestos en el sector público a adoptar las decisiones requeridas. Sin duda, un manejo muy comprometido de la política macroeconómica.