Páginas de barbarie

El periodista y fotógrafo norteamericano James Foley fue decapitado frente a las cámaras por sus captores del grupo terrorista ISIS

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El martes, las luchas armadas que por diversas causas afloran en Levante añadieron a los registros históricos otra dolorosa página, escrita con sangre, por el radicalismo islámico. El periodista y fotógrafo norteamericano James Foley fue decapitado frente a las cámaras por sus captores del grupo terrorista Estado Islámico de Siria, Irak y Levante, conocido en la prensa mundial por sus siglas en inglés, ISIS.

El horrendo crimen presuntamente ocurrió en Siria, donde Foley fue secuestrado hace dos años. Tenía larga experiencia en situaciones turbulentas, incluso en África. En el 2011 fue apresado por grupos terroristas en Libia. Permaneció detenido varias semanas hasta que fue liberado por otros insurrectos. Uno de sus colegas, el estadounidense Steven Sotloff, también en manos del ISIS desde el año pasado, fue presentado en la misma filmación atado de manos y arrodillado frente al encapuchado verdugo de la escena previa con Foley.

El motivo confeso de la decapitación de Foley fueron los ataques de la Fuerza Aérea norteamericana contra posiciones del ISIS en Irak. Los terroristas debieron retroceder ante el golpe fulminante del bombardeo, combinado con el avance de tropas del país y, sobre todo, de la región autónoma de los kurdos.

En tono dramático, el verdugo manifestó, en inglés, tras decapitar a Foley, que la vida de Sotloff pendía de la decisión que tome el presidente Obama sobre la continuación de los ataques aéreos. Es decir, ofrecen la vida de Sotloff a cambio de un viraje en la política exterior adoptada por Washington.

La repugnante advertencia del verdugo reitera la mentalidad que prevalece en el ISIS y sus iguales en la convulsa región. No existe ni se concibe el punto final de la degollina, solo comas que generen minúsculos intervalos. Son minitreguas que no modifican el desenlace fatídico del choque de valores y objetivos con los Gobiernos del Cercano Oriente y con los Gobiernos y grupos humanitarios del Oeste. ¿Cómo explicar el frío afán mortífero de los bárbaros que decapitan a seres humanos como espectáculo?

Cuando los servicios de inteligencia todavía procuraban determinar la autenticidad del video de la decapitación de Foley, un alto vocero de la Administración estadounidense comentó: “Si es genuino, estamos atónitos por el brutal asesinato de un inocente periodista norteamericano”. Curiosa contestación. Existe un número apreciable de periodistas occidentales, víctimas de brutales homicidios en la región. Viene a la mente la decapitación del joven y prometedor periodista Daniel Pearl, del Wall Street Journal , filmada en Pakistán hace algunos años y que conmovió al mundo. Existe, asimismo, una serie de videos provenientes de Siria con la decapitación de numerosos periodistas extranjeros atribuida a órdenes del dictador Bashar al Assad.

En Siria, dominada durante décadas por el despotismo y, ahora, en estado de guerra y en proceso de desintegración, los valores de la libertad difícilmente constituyen una prioridad. Otra, muy diferente, parece ser la experiencia reciente en Irak. Observado de cerca por Estados Unidos y otros Gobiernos occidentales, el proceso democrático se ha hecho patente en alguna medida en una estructura estatal y política que se desarrolla lentamente. Con todo, las amenazas a su estabilidad son muchas y demandarán una constante voluntad política para superarlas.

El trasfondo de naciones carentes de raíces o tradiciones democráticas alienta el terrorismo en Levante. Las víctimas primarias son los mismos ciudadanos, además de los corresponsales de la prensa extranjera. Ya va siendo hora de que los organismos internacionales protectores de las libertades fundamentales intensifiquen sus acciones en esos países.