Padres ejemplares

Padres de familia de un colegio cartaginés ofrecieron un extraordinario ejemplo de responsabilidad y sentido del deber

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Un fuerte aplauso merecen los padres de familia del Liceo Experimental Bilingüe José Figueres Ferrer, de Cartago, por la actitud adoptada cuando la Policía, en atención a informes confidenciales recibidos de previo, detuvo a dos autobuses que transportaban a estudiantes del colegio a un paseo en la playa.

En los vehículos viajaban unos cien menores y ocho padres de familia, rumbo a playa Tambor, en Nicoya, para celebrar el fin del año lectivo. Cuando estaban a punto de salir de la Vieja Metrópoli, oficiales del Organismo de Investigación Judicial, acompañados de perros entrenados para detectar drogas, detuvieron los autobuses.

Los oficiales revelaron a los padres de familia la existencia de informes confidenciales sobre la presencia de estupefacientes en los vehículos. Los padres, que ya tenían a su haber el mérito de haberse ofrecido como voluntarios para supervisar a los jóvenes en el paseo, apenas lo pensaron para autorizar una inspección.

Con los progenitores a la cabeza, los alumnos se formaron en fila y presentaron su equipaje. Los perros olfatearon las maletas y encontraron, en total, suficiente marihuana para cien cigarrillos, además de una romana, una pipa y papel para fumar.

Los cuatro jóvenes aparentemente involucrados fueron retirados del lugar por sus padres. La madre de uno de ellos estaba entre quienes acompañaban el viaje. Se la vio muy afectada, según relató un policía. La afectación es comprensible y natural ante cualquier problema en que se vea involucrado un hijo, pero ninguno de los progenitores tiene nada de que avergonzarse. No hay padres de familia a salvo de enfrentar situaciones similares y solo son vergonzantes el descuido y la indiferencia.

Ese no es el caso de estos padres cartagineses, poseedores de la voluntad y responsabilidad necesarias para ofrecerse de supervisores voluntarios del paseo y, también, para colaborar con la Policía cuando muchos otros habrían interpuesto obstáculos a la revisión. Actuaron de conformidad con los mejores intereses de sus hijos, pese al doloroso resultado. Según la Policía, más bien agradecieron la revisión.

Es una conducta ejemplar, de la cual pueden aprender muchos otros padres de familia, cuya primera reacción a la revisión de bultos a la entrada de escuelas y colegios fue elevar protestas ante el Ministerio de Educación y hasta plantear acciones legales contra la iniciativa.

“Probablemente evitamos una desgracia mayor”, dijo uno de los oficiales presentes en la inspección de los dos autobuses. “Imagínese a estos jóvenes drogados, cerca del mar o de las piscinas. En cualquier momento puede ocurrir un accidente”. Tiene toda la razón y su preocupación justifica de sobra el agradecimiento de los padres de familia.

Los agentes remitieron la prueba decomisada y los nombres de los jóvenes involucrados a la Fiscalía Penal Juvenil, donde recibirán un trato apropiado para su edad, según lo dispone la ley. Los padres de esos jóvenes quedan también enterados del error cometido por sus hijos y, razonando como lo hizo el policía, deben pensar que tal vez el doloroso episodio les sirva para evitar “una desgracia mayor”, en sus vidas y en la de sus hijos.

Todos, los padres de familia y los muchachos, merecen el apoyo de la comunidad y del centro educativo. Nada hay perdido cuando el problema se detecta a tiempo y existe voluntad de encararlo con responsabilidad. Los ocho acompañantes de los jóvenes merecen también el reconocimiento de la comunidad, no solo por su disposición a servir, sino también por la lealtad demostrada en la rendición de sus servicios.