Optimismo para el 2013

La medicina incrementó las expectativas de vida en todo el mundo, y las muertes derivadas de las guerras son las más bajas desde inicios del siglo pasado

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Al acercarse las horas finales del 2012, ¿qué se podría entrever para el 2013 en el plano internacional? Examinar el año que termina para vaticinar cómo será el año que se inicia es un ejercicio tradicional de ilustres –y algunos menos resplandecientes– medios de comunicación, figuras destacadas de las ciencias y las letras, laureados centros de pensamiento y, lastimosamente, también, de adivinos y otros inescrupulosos.

Sin embargo, es importante compartir con los lectores algunas ideas y hechos del ámbito mundial ocurridos en 2012. Para tal fin, empecemos con una nota positiva. La revista británica The Spectator formula un mensaje optimista al preguntar: “¿Por qué el 2012 fue el mejor año?” A ello responde: “Nunca en la historia del mundo ha habido menos hambre, menos enfermedades ni mayor prosperidad”.

La categórica afirmación es ampliada con la cita de una idea que desde largo tiempo tiende a cobrar vigencia, y es que lo negativo que hoy se observa en Europa y otras latitudes, incluidas las fallas bancarias y las quiebras de empresas estatales, responde a pecados de los políticos. No obstante, más allá de la recesión, el mundo en desarrollo ha tomado ímpetu, y la gente supera la pobreza con una rapidez sin precedentes. Además, las tasas de mortalidad debidas a desastres naturales y guerras son de las más bajas de la historia.

¿Y la pobreza? La publicación señala que en 1990, al anunciar la ONU las metas del programa titulado “Desarrollo del Milenio”, el principal objetivo era reducir a la mitad la población en pobreza extrema para el año 2015. Ahora se sabe que la meta fue alcanzada en el 2008, pero los burócratas de la ONU mantuvieron el logro en silencio.

¿Otros desafíos? La crisis energética ha dado lugar a una época de abundancia energética. Por otra parte, la medicina moderna ayudó a incrementar las expectativas de vida en todo el mundo, y las muertes derivadas de las guerras son las más bajas, contadas desde inicios del siglo pasado.

The Spectator aporta abundante información para fundamentar otros aspectos de la dorada época que, a juicio de la revista, vivimos hoy. Sin embargo, a pesar de la inmensa cantidad de datos, queda un sabor de escepticismo entendible por la magnitud de los desafíos y los remedios reseñados por la importante publicación.

Dichosamente, existe también optimismo en una esfera que los costarricenses conocemos y valoramos: la democracia. Como bien indica la organización IDEA en sus informes, la vigencia de la democracia enfrentó este año importantes desafíos en Latinoamérica, África y Asia. Con todo, los informes también apuntan a los extraordinarios esfuerzos desplegados para robustecer la participación ciudadana, la transparencia del sufragio y las instituciones indispensables para solidificar los avances y traducirlos en la vivencia democrática reclamada por la ciudadanía.

En el presente año se celebraron tres importantes elecciones presidenciales en América Latina: República Dominicana, México y Venezuela. En ellas, a pesar de las irregularidades acusadas y la sombra que ha pesado sobre los comicios en Venezuela, hubo una validación cívica para los resultados. México fue de nuevo escena de disconformidad del mayor contendor derrotado, como ocurrió en los comicios previos. No obstante la prioridad que suele atribuirse a los torneos presidenciales, también hay en marcha procesos en el plano estatal y municipal, así como en la estructura de las agrupaciones, que no tienen menos trascendencia.

Otro aspecto distintivo de los torneos latinoamericanos del 2010, el 2011 y el año en curso, es que se llevaron a cabo en un contexto de crecimiento económico importante y de claro apoyo cívico a la democracia.

El panorama es igualmente alentador en otros continentes gracias a los avances en marcha. Por supuesto, en años recientes ha habido decepciones dolorosas, como los comicios falseados de Irán, pero nada de eso ha detenido la construcción cotidiana de la democracia. Por ello, aunque el efervescente diagnóstico de The Spectator nos provoque una sensación de escepticismo, sí alienta el optimismo para el 2013.