Obama apuesta al libre comercio

El presidente ha tomado la batuta para liderar la eventual aprobación legislativa de la incorporación de Estados Unidos al Acuerdo de Libre Comercio del Pacífico

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Durante la campaña presidencial del 2008, el entonces candidato demócrata, Barack Obama, fue incansable en su posición contraria al libre comercio, tema vital para las poderosas centrales sindicales. Siete años más tarde, ha tomado la batuta para liderar la eventual aprobación legislativa de la incorporación de Estados Unidos al Acuerdo de Libre Comercio del Pacífico (conocido por sus siglas en inglés, TPP).

El TPP es un tratado comercial que incorpora a 12 naciones de la región del Pacífico. Es una entidad vital para Estados Unidos, que aspira a influir en las normas que regirán el comercio entre los gigantes de la zona. Obama ha advertido sobre la pérdida de empleos e ingresos que conllevaría la ausencia norteamericana de ese tratado. El vacío súbitamente se convertiría en un ámbito disputado por otras potencias, en particular China, que a la postre impondrían sus criterios, quizá en perjuicio de Estados Unidos y sus socios comerciales.

El retroceso norteamericano podría darse si prevalece la negativa al TPP de un belicoso sector de la bancada demócrata, apoyado por los grandes consorcios sindicales así como por ciertos sectores agrícolas e industriales. Esta conjugación de desafectos y sus legiones de cabilderos goza de inusitada energía.

Las tesis que propaga esta alianza son muchas veces persuasivas para las corrientes de opinión que solían alarmarse por la supuesta estampida de puestos de trabajo hacia el exterior. Por ahora, ejercen una función de freno que a menudo entorpece el paso de iniciativas que no son de su gusto. Así suele ocurrir con los acuerdos de libre comercio.

Una actitud parecida tienen grupos republicanos que hoy se empeñan en no prorrogar la existencia del Export -Import Bank. Asimismo, comparten el desencanto de muchos con nuevas normas operativas del Fondo Monetario Internacional, que ya hace rato aguardan turno de discusión.

Sin embargo, es notable el viraje de la Casa Blanca, que ahora muestra más calidez para los abanderados de la apertura comercial. No hace mucho, la actitud era dictada por los citados círculos sindicales a los que se sumaron agrupaciones agrícolas que atesoran su protección ante la competencia.

En cualquier caso, el panorama general del Capitolio ha virado sutilmente en favor de quienes abogan por una saludable competencia comercial y las posibilidades de sacar adelante el tratado son buenas.

La mejoría del ambiente a favor de la apertura comercial, aunque lenta, aviva las expectativas norteamericanas. El Obama de hoy muestra mayor flexibilidad en cuanto a las opciones económicas. El dogmatismo de sus primeros años en la presidencia ha debido ceder ante las realidades económicas globales. Y el viraje en materia comercial pareciera genuino.

Influyentes legisladores demócratas, como la senadora Elizabeth Warren, se han visto en enfrentamientos con el presidente, donde el tono encendido no deja duda de la sinceridad de ambas partes. Un ataque, inusualmente agresivo en el caso de Obama, señaló a legisladores de su propio partido como distorsionadores de la verdad y los acusó de tener confundidas las prioridades. La respuesta desde el capitolio no se ha hecho esperar y los legisladores acusan al presidente de impulsar las negociaciones en secreto, sin la debida transparencia.

Nada hay de nuevo en el tono de las confrontaciones sobre el tema, salvo la participación, de lado de la apertura comercial, de un presidente demócrata cuyos puntos de vista se han ajustado a la experiencia de sus años en el Gobierno. Ese pragmatismo podría evitarle a Estados Unidos el aislamiento de uno de los principales polos de desarrollo en el mundo.