Más sobre las pérdidas cuasifiscales del BCCR

Si bien mantener un nivel adecuado de reservas internacionales es recomendable, no conviene permitir su decaimiento para luego reponerlo con nuevo endeudamiento.

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Nuestro editorial del 2 de marzo, titulado “Las pérdidas cuasifiscales del Banco Central” externó preocupación por la política de intervenir sin reglas claras cuando el tipo de cambio experimenta volatilidad, a juicio del ente emisor, y favorecer que el precio de la divisa se mantenga relativamente estable, aunque sea a costa de incurrir en endeudamiento externo para conservar un nivel de reservas internacionales (RIN) de alrededor del 12 % o 14 % del PIB. También mencionamos que si el precio de la divisa es el mecanismo de ajuste de las fuerzas de oferta y demanda en el mercado cambiario, las intervenciones del Central para suavizar picos, no para oponerse a la tendencia del tipo de cambio, deben ser por montos que se compensen en el tiempo.

Actualmente, el Banco Central tiene un nivel de endeudamiento superior al 6 % del PIB, que se suma al del Gobierno Central y otros entes públicos y cuenta para la calificación de riesgo del país. El Banco también experimenta pérdidas de naturaleza cuasifiscales equivalentes a un 0,4 % del PIB, que se suman para calcular el déficit del sector público consolidado. Parte de esas pérdidas obedecen a acciones de política cambiaria y a otras cargas que (indebidamente) se le impusieron al Central, como soportar parcial y hasta totalmente el costo de las superintendencias del sector financiero. En teoría, un banco central no debería perder, pues todo el costo de operación debe recuperarlo mediante el cobro por sus servicios.

El presidente ejecutivo del instituto emisor, Olivier Castro, respondió a nuestro editorial en una nota publicada el 7 de marzo. En esencia, la respuesta dice que la política no procura un tipo de cambio fijo (lo cual no afirmamos), sino uno variable; que muchas de sus pérdidas tienen origen en operaciones “realizadas en el pasado” (lo que reconocemos e indicamos en nuestro editorial), así como en el costo de regulación y supervisión financiera. Pero también tienen un componente —el costo del endeudamiento externo para alimentar las RIN— que es “el costo de un seguro que adquiere el BCCR en procura de la estabilidad macroeconómica” del país.

Si bien mantener un nivel adecuado de RIN es recomendable, no conviene permitir su decaimiento para luego reponerlo con nuevo endeudamiento. Esa es una clara señal de que no se está permitiendo al tipo de cambio ser el instrumento de equilibrio entre oferta y demanda de divisas. Tampoco conviene que las intervenciones del Central en el mercado cambiario se hagan sin reglas, o al menos con reglas no comunicadas a los actores, porque eso equivale a lo que en la literatura especializada se denomina “flotación sucia”.

El instituto emisor debe separar sus intervenciones cambiarias de las demás operaciones del sector público como, por ejemplo, las compras de divisas para satisfacer necesidades de Recope. En uno y otro caso su actuación debe estar sujeta a reglas conocidas por el mercado, pues solo así podrá funcionar, de manera informada, en operaciones spot y en el futuro.

Tampoco debe el Central evitar que en el mercado cambiario se den fluctuaciones de precio normales, como ocurre en otros mercados (el de verduras y hortalizas, para comenzar) porque así se alimenta una sensación de falsa seguridad, que lleva a los participantes a hacer caso omiso del “riesgo cambiario”. Esa circunstancia podría explicar por qué en nuestro sistema financiero se observa una dolarización excesiva, que no en vano preocupa a entidades multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, a las agencias calificadoras de riesgo y hasta al propio Consejo Nacional de Supervisión del Sistema Financiero, de cuya Junta Directiva forman parte ex officio el presidente del Banco Central y el ministro de Hacienda.

En economías muy abiertas al comercio internacional y a los flujos financieros, como la costarricense, la política cambiaria tiene enorme importancia. Por eso agradecemos las observaciones del presidente del Banco Central de Costa Rica que nos han permitido ahondar en tan principal asunto.