Los peligros de Siria

La ofensiva del gobierno de Asad, respaldada por Rusia, ha irrespetado todos los límites impuestos por el derecho internacional y la decencia

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La tragedia que hoy desangra a Alepo es producto del encono dictatorial sirio contra la ayer próspera capital de la provincia del mismo nombre, en la región nororiental de Siria. La ofensiva del gobierno de Bashar al Asad, respaldada por Rusia, ha irrespetado todos los límites impuestos por el derecho internacional y la decencia. El bombardeo del principal hospital de la ciudad, la semana pasada, es apenas un capítulo más en una larga historia de horrores captados por las cámaras de la prensa internacional.

Pero la situación en Alepo siempre parece capaz de empeorar. El régimen ha comenzado a concentrar grandes números de tropas en las cercanías y los incesantes bombardeos incluyen explosivos diseñados para penetrar estructuras. Asad los está empleando contra edificios de habitación.

Envalentonada por la limitada respuesta estadounidense, Rusia advirtió a la potencia norteamericana no atacar directamente a las tropas de Asad, sus protegidas, so pena de graves consecuencias en toda la región.

La guerra siria, hoy un problema de graves repercusiones internacionales, capaz de poner presión sobre las relaciones de las dos principales potencias, se gestó en la insurrección cívica contra el régimen autocrático nacido en 1971, bajo el mando de Háfez al Asad, padre del actual presidente. Los primeros años de la emergente dictadura fueron cruentos. Poblaciones enteras fueron aniquiladas y los calabozos se llenaron. Cuando murió Háfez, en el año 2000, el cetro pasó a su hijo Bashar, oftalmólogo adiestrado en Londres.

El cambio despertó esperanzas de un vuelco democrático en Siria, pero se esfumaron muy pronto. Rusia capitalizó su relación histórica con el régimen y mantuvo su decisión de suplir armamentos modernos a Asad. Washington intentó acercarse a la dictadura, y si bien las tratativas no fructificaron, al menos abrieron canales de comunicación.

Así se establecieron las condiciones para la confrontación, de tono creciente, entre las dos potencias. En la guerra, una parte considerable de Siria se desprendió de la dictadura, pero entre las agrupaciones contrarias al régimen hay importantes brazos del terrorismo islámico que también constituyen un desafío trascendental para las democracias en todo el globo.

A ese segundo aspecto de los peligros del conflicto sirio para la paz mundial se suma la crisis de refugiados, cuyas repercusiones ya son lamentadas en Europa. Grupos populistas y xenófobos aprovechan la coyuntura para ensanchar sus bases y acceder al poder.

La gran batalla en Siria hoy crispa los nervios de las democracias. Es necesario enfrentar la crisis con firmeza para conducir a genuinas negociaciones con Rusia sobre la paz en ese atormentado rincón de Levante. Por el momento, las conversaciones están suspendidas como consecuencia de los bombardeos en Alepo, se informó ayer en Washington.

En el curso de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, manifestó, en privado, frustración porque sus iniciativas diplomáticas no encuentran respaldo en medidas de fuerza necesarias, según su criterio.

La grabación de las manifestaciones de Kerry se filtró a la prensa y reveló los desacuerdos en la administración estadounidense sobre la política hacia Siria. Si algo queda en claro, es que el jefe de la diplomacia estadounidense duda de la adopción de acciones decisivas.

Pero la paz no podrá ser alcanzada bajo el gobierno de Asad, quien solo merece enfrentar la justicia en la Corte Penal Internacional. La cara de la dictadura solo será vista plenamente por el mundo cuando quienes conocieron de primera mano los extremos sanguinarios del gobernante testifiquen en un juicio dedicado a establecer responsabilidades por los crímenes cometidos en Alepo y el resto de la geografía siria.