Las buenas señales de Solís

En su informe a la Asamblea, el presidente reajustó su abordaje de los asuntos públicos

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El informe presentado el viernes por el presidente, Luis Guillermo Solís, ante la Asamblea Legislativa resultó omiso en varios aspectos, incluyó propuestas sobre las que tenemos serias dudas y dibujó una realidad económica y fiscal sin duda distorsionada, a la que nos referimos ayer en detalle. A la vez, sin embargo, las líneas centrales del discurso sugieren un replanteamiento en su abordaje de los asuntos públicos y de gobierno.

Si esta actitud manifiesta logra decantarse, conducir a una clara estrategia para guiar las prioridades y la acción y generar una mejor gestión política y coordinación gubernamental, quizá sea posible, como prometió el presidente, que su administración se desempeñe “mucho mejor en este segundo año que comenzamos”.

Como en otras ocasiones, Solís insistió en un impreciso mensaje de “cambio” y “grandes transformaciones”, y no escapó a ciertas hipérboles retóricas; por ejemplo, “Costa Rica está otra vez en movimiento”, aunque no documentó cuándo entramos en parálisis, o “estamos saliendo de la adolescencia democrática”, aunque tenemos más de un siglo de práctica. Sin embargo, añadió otros aspectos sustantivos, y puso de manifiesto un mayor sentido de realidad y un reconocimiento de lo importante que es dar continuidad a la gestión pública, mientras, a la vez, se emprenden iniciativas propias que reflejen el mandato electoral otorgado por los ciudadanos.

En esta oportunidad, Solís no escatimó referirse a iniciativas o logros de la anterior administración que la suya, en buena hora, decidió continuar. Mencionó, explícitamente, la promoción, desde la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de “un acercamiento estratégico de la región con la Unión Europea y China”; el programa Red de Cuido Infantil y “los aciertos (…) en el mejoramiento de la seguridad de nuestra ciudadanía”. Además, aunque sin adjudicarles paternidad expresa –lo cual no era necesario–, destacó el inicio, continuación o término de varias obras de infraestructura diseñadas, financiadas y hasta contratadas en años previos.

En la parte introductoria de su discurso, el presidente fue cauteloso al afirmar que rendiría cuentas sobre “las decisiones”, no logros, del “último año (…) que nos permiten mantener nuestro nivel de vida y que enrumban al país hacia mejores condiciones de crecimiento, prosperidad y equidad”. Su prudencia, y el reconocimiento de que existe un “nivel de vida” digno de mantenerse y mejorarse, distan mucho del desdén por todo lo precedente y las pretensiones de virtual refundación nacional que marcaron su discurso de los cien días. A lo anterior añadimos, como otra muestra de buena orientación, su referencia, casi al final, a las “tareas concretas” que “apuntan a trascender las políticas de gobierno y recogen lo mejor de las políticas públicas que en nuestra historia reciente nos han permitido llegar adonde estamos”.

En paralelo al eje de la continuidad, Solís destacó tanto los que considera aciertos de su gobierno, como iniciativas en curso. Entre ellos mencionó “una marcada y esperanzadora paz social”, que se manifestó en menos conflictos; los nuevos planes focalizados para combatir la pobreza o la mejor administración de otros existentes; la confección de un “banco de proyectos de inversión pública”, que no sabemos si ya es una realidad operativa; la disminución de la mortalidad infantil (aunque no dio datos); asignaciones presupuestarias para promover emprendimientos entre mujeres que padecen marginalidad; el compromiso con una “gestión efectiva” en vivienda y asentamientos humanos, y la transparencia y la lucha contra la corrupción. En la mayoría de estas iniciativas aún no existe un balance de cumplimiento; esperamos que en este segundo año de labores, precisamente, se pueda comenzar a conocer su impacto en el terreno.

Aunque destacó planes específicos, el presidente fue omiso en relación con temas esenciales de gran calado, muchos de los cuales deberán abordarse como parte del cambio estructural que tanto él como varios exgobernantes y líderes de distintos sectores consideran necesario. Por ejemplo, aunque celebró como un logro la invitación para que nuestro país se una a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), no se refirió a la estrategia para lograr el ingreso; ni siquiera mencionó nuestra posible incorporación a la Alianza del Pacífico, decisión que no deberíamos postergar más, y fue omiso en cuanto a política energética y reforma del empleo público.

Al reconocer que ha cometido errores, moderar su descalificadora retórica pasada, reconocer los aportes de otros, abrirse a la negociación, exhortar a que se eleve la calidad del debate público y destacar que “una nación no puede avanzar sumida en la duda”, el presidente ha emitido un mensaje de sensatez, que contrasta con otros elementos de su informe. Se trata de un buen augurio, que esperamos conduzca a un mejor desempeño.