La victoria sobre el nazismo

Segunda Guerra Mundial: 60 millones de muertos

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Si bien las conmemoraciones de los 50 años del fin del mayor conflicto armado de la historia se han focalizado en puntos neurálgicos del Viejo Continente --Londres y Moscú específicamente--, el júbilo va mucho más allá por cuanto el mundo moderno es consciente de que, con la rendición de la Alemania nazi, se estaba poniendo fin a un período de pesadilla que dio origen a la muerte de 60 millones de seres humanos.

Desde que el 1 de setiempre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia, hasta la firma de la rendición incondicional por sus lugartenientes en una pequeña escuela de Reims, en la madrugada del 8 de mayo de 1945, una secuela de muerte y destrucción recorrió el mundo civilizado, con la excepcion de nuestro hemisferio y Australia. Si bien el conflicto contra Japón --aliado de los nazis-- prosiguió hasta el mes de agosto del mismo año, estaba claro que su fin era cuestión de tiempo, que se redujo con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

La memoria de un conflicto bélico de la envergadura de la Segunda Guerra Mundial adquiere en nuestro tiempo reminiscencias que en alguna forma lesionan los sentimientos de las generaciones protagonistas y, parcialmente, de aquellas que las sucedieron. De alguna manera constituyen una reivindicación en aras de un nunca más, latente en el espíritu de los excombatientes que hoy se dan cita en Moscú, país que pagó el mayor tributo de sangre en el conflicto, junto con Alemania y el Reino Unido. Un legado de episodios memorables, como El Alamein, Stalingrado, el desembarco en Normandía, la toma de París, Guadalcanal, la ofensiva de las Ardenas, el derrumbe del frente oriental con la caída de Berlín... estará presente en la jornada conmemorativa de hoy en la capital rusa. También --hay que consignarlo-- la sombra de la destrucción y el horror, que acabó con ciudades como Coventry, Hamburgo, Dresde, Hiroshima y Nagasaki --entre otras muchas--, enlutará mentalmente a muchos de los asistentes, principalmente por el holocausto del pueblo judío en Auschwitz, Dachau, Buchenwald, Treblinka y otros campos de muerte. Todo ello, producto de la insania de Adolfo Hitler y de otros muchos, cómplices en su momento del mesianismo de un hombre que trató de establecer un nuevo orden basado en el pangermanismo y la superioridad de la raza aria.

La historia --se ha dicho-- la escriben los vencedores. La historia de la Segunda Guerra Mundial todavía se sigue escribiendo, dejando paso al triunfalismo de los primeros años por parte de las grandes potencias y a los sentimientos de humillación y vergüenza de los vencidos, provocando memorias encontradas y conflictivas. Hubo excesos por parte de unos y de otros en el Frente del Este; también los hubo en el Pacífico, y se cuestiona la manera como Estados Unidos decidió abreviar el conflicto, pese a que invadir Japón hubiera costado más vidas a unos y otros. Anteayer en Londres, París y hoy en Moscú, la gran enseñanza que debe prevalecer es la ferviente convicción de que hechos como los reseñados no vuelvan a repetirse. Angustia, por ello, que en estas conmemoraciones, el fantasma de la guerra todavía deambule por los Balcanes y las naciones aledañas al Cáucaso, contribuyendo a nublar la gran efemérides mundial que hoy celebramos. Algún día la globalización de la paz dejará de ser una quimera para el mundo contemporáneo.