La persistente amenaza nuclear

Los países dotados de capacidad bélica nuclear aumentarán de manera creciente

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Bajo los auspicios de la ONU, representantes de los 174 países signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNPN) iniciaron el lunes último, en Nueva York, una ronda de negociaciones para prorrogar la vigencia de dicho convenio, el cual entró en vigor en 1970 por un periodo de veinticinco años.

El citado instrumento proscribió la transferencia de tecnología y materiales nucleares para fines militares, así como el desarrollo de armamentos atómicos. Tal prohibición excluyó a las cinco potencias --Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña-- que originalmente, cuando el TNPN fue formalizado en 1968, monopolizaban esa capacidad bélica. Empero, los cinco países se comprometieron a reducir y, eventualmente, eliminar sus arsenales nucleares. El pacto, además, estableció un sistema de supervisión a cargo de la Agencia de Energía Atómica (AEA) con sede en Viena.

La efectividad del TNPN ha sido motivo de polémicas tanto en círculos oficiales como en el ámbito académico. Para algunos, el Tratado ha constituido un importante freno a las ambiciones de numerosos gobiernos ansiosos de ingresar al exclusivo club nuclear. Sin embargo, es obvio que no ha evitado la propagación de las técnicas ni del comercio de los componentes requeridos para fabricar armas atómicas. Durante la Guerra Fría, a pesar de la disciplina en el orden global derivada de la pugna bipolar, India, Israel, Sudáfrica y Paquistán alcanzaron potencial nuclear. Asimismo, regímenes de orientación radical como los de Irak, Irán, Libia y Norcorea, firmantes del TNPN, hicieron notorios adelantos en este campo.

Hoy, virtualmente disipada la Guerra Fría tras el colapso soviético, la amenaza nuclear ha adquirido una nueva dimensión. Como lo patentizó Saddam Hussein, el principal peligro de una conflagración ya no radica en las tensiones entre las grandes potencias, sino en los excesos de algún gobierno del Tercer Mundo o en las tácticas de grupos terroristas y fanáticos. De igual manera, ha quedado en evidencia la relativa facilidad que prevalece ahora para conseguir o manufacturar armamentos de destrucción masiva --no solo nucleares-- y los misiles necesarios para proyectarlos regional y mundialmente.

En este sentido, la dispersión de insumos y artefactos atómicos a raíz de la desintegración de la URSS, así como el desempleo de miles de científicos que laboraban en la industria militar soviética, han generado una fuente alarmante de proliferación nuclear. A ello se suma el mercantilismo armamentista ruso. Un papel similar desempeña China. Por su parte, productora de cohetes y dueña de varias ojivas, Norcorea lucra del chantaje a Estados Unidos y sus aliados del Pacífico.

Todo apunta a que el elenco de países dotados de capacidad bélica nuclear aumentará de manera creciente. Esta nueva realidad, en el contexto de la posguerra fría, no desdice la necesidad de reactivar el TNPN, sino todo lo contrario. Acuerdos realistas son elementos indispensables de la cooperación mundial. Ya, por ejemplo, se ha avanzado en la suspensión de las pruebas nucleares y en la construcción de nuevo armamento. A partir de aquí puede haber otros avances significativos. La conferencia inaugurada el lunes constituye un foro idóneo para actualizar y perfeccionar un convenio que podría contribuir a atenuar la amenaza nuclear.