La jornada del 1.° de mayo

El método de votación no fue la causa primordial del enfrentamiento. El tema de fondo es la lucha por el poder en ausencia de reglas claras

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La crisis política del primero de mayo fue superada ayer, mediante un acuerdo pragmático, necesario para evitar al país traumas mayores. La pregunta es si el conflicto pudo haberse moderado el propio domingo, cuando el pragmatismo y la correcta valoración de las consecuencias se hicieron escasos.

Más allá de las discusiones legales y reglamentarias, el Congreso confrontó un problema político, cuya solución pasaba por el diálogo y la voluntad de negociación para acortar el triste espectáculo ofrecido a la comunidad nacional, así como el desaire a la presidenta de la República, finalmente obligada a enviar su informe anual al Congreso, en lugar de leerlo ante el plenario, como es costumbre.

La fracción liberacionista exigió medidas especiales y no acostumbradas para garantizar el secreto de los votos emitidos a favor de los candidatos al directorio. Los grupos opositores no las aceptaron y desde un principio se hizo evidente que la solución pasaría por el abandono de las pretensiones de uno de los dos bandos. Tardó don Luis Gerardo Villanueva en renunciar a su cuestionada reelección para un nuevo periodo en el cargo de presidente legislativo. Finalmente lo hizo, pero su fracción insistió en la tesis de la discordia y prolongó así la angustia de la jornada.

Ayer, Liberación Nacional no abandonó la defensa del sistema de votación propuesto el domingo y anunció la decisión de no presentar candidatos para el directorio. Villanueva fue el encargado de dar a los opositores la victoria por anticipado y les recordó sus responsabilidades en la conducción del país. Viviana Martín, jefa de fracción, explicó la decisión de no presentar candidatos como único medio de evitar una votación ayuna de las garantías exigidas por su bancada.

Más allá de las tesis enfrentadas, la jornada del domingo demostró las falencias de nuestro parlamento y de la política nacional como muchos de sus protagonistas han decidido practicarla. El reglamento interno es poco claro, omiso y debe ser reformado, no solo para evitar el eterno desasosiego del primero de mayo, sino para darle al Congreso la agilidad deseable.

La práctica política exige una cirugía aun más importante. Los opositores dejaron al desnudo su falta de confianza en la cohesión interna y demostraron temor a una “traición” dentro de sus propias filas. Los liberacionistas, por su parte, evidenciaron la necesidad del secreto para materializar acuerdos negociados con diputados de la oposición, a espaldas de la transparencia. Todos perdieron y, ante todo, perdió la institucionalidad.

El método de votación, como todo el país lo percibe, no fue la causa primordial del enfrentamiento. El tema de fondo es la lucha por el poder en ausencia de reglas claras, donde la forma de votar determinaría si Liberación Nacional tenía posibilidades de conservar el directorio o si sus adversarios conseguirían conquistarlo, pero ambos bandos se empeñaron en disimular esa realidad.

La práctica más consistente en el Congreso ha sido la instauración, cada primero de mayo, de mecanismos idóneos para impedir la ruptura de la línea de fracción. Así lo han hecho los liberacionistas y también los socialcristianos, miembros de la nueva alianza opositora.

En 1999, para citar uno de muchísimos ejemplos, la bancada verdiblanca exigió a la presidencia del directorio entregar las papeletas utilizadas en la votación del primero de mayo para descubrir, mediante la comparación de la letra, a los dos legisladores que votaron por los socialcristianos. El objetivo declarado de la investigación era facilitarle al partido disciplinar a los rebeldes. Para librarse de sospechas, Sonia Picado, Joycelyn Sawyers y Guido Monge se mostraron mutuamente el voto, según declaró el último a la prensa.

En el 2000, los liberacionistas, deseosos de no repetir la experiencia del año anterior, acordaron autorizar a Alex Sibaja, jefe de fracción, para que se desplazara entre las curules, revisando el voto de sus compañeros de bancada. Sibaja declaró que cada año “se imponen modas distintas en el ejercicio político” y añadió su intención de aplicar el método cuando fuera necesario.

Ayer, los liberacionistas proclamaron su compromiso con el voto secreto en el parlamento e invocaron la historia de su partido para hacerlo parecer parte de su legado. La protesta habría tenido visos de sinceridad si por lo menos se hubieran presentado como un PLN renovado, dispuesto a comprometerse con esa causa previo reconocimiento y renuncia a los errores de un pasado no tan remoto. Nadie en la fracción sintió la necesidad de hacer ese ejercicio mínimo de coherencia y tampoco se percibe similar intención en la bancada de enfrente.

El claro divorcio entre la realidad y el discurso político, en uno y otro bando, causa al país y sus instituciones un daño inestimable.

Es preciso abandonar el corto plazo, la intención de ganar hoy a toda costa, con la idea de que las cargas se acomodan mañana y es posible disimular las manchas del ayer con solo abstenerse de mencionarlas.