La GAM sin áreas verdes

El Plan GAM 1982 nunca fue respetado ni siquiera por el Estado costarricense. El llamado ‘anillo de contención’ fue incapaz de guiar el ordenamiento territorial

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Dentro de 15 años, la Gran Área Metropolitana (GAM) tendrá una población de casi tres millones de personas y recibirá enormes presiones por la construcción de condominios, infraestructura vial, necesidades de transporte y calidad de vida. Este último aspecto está vinculado con las áreas verdes públicas y recreativas, que en nuestro país son escasas, inadecuadas e inseguras.

El Plan GAM 2030, que presentó el Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos (Mivah) el año pasado, reveló un importante deterioro de las condiciones ambientales como resultado, entre otros factores, del déficit de zonas verdes y de la falta de planificación de la generación y protección de estos espacios. Estas características ya habían sido detectadas desde el 2010 por el Programa Urbano para la GAM (Prugam), propuesta que no fue aceptada por el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU).

Algunos de los distritos más densamente poblados de Desamparados, Aserrí y Heredia disponen de menos de un metro cuadrado por habitante destinado al esparcimiento, cuando lo recomendable es al menos el doble. Si se examinan en conjunto las cifras de la GAM, es fácil constatar por qué expertos ambientales hablan de una “ciudad caótica, desarticulada y disfuncional”.

Según los estudios, uno de los casos más alarmantes es Heredia, cuyas áreas públicas son inadecuadas, agresivas para el peatón y se encuentran desvinculadas del ámbito social. En Los Guido de Desamparados, 76.476 habitantes tampoco tienen oportunidades de recreación urbana, lo cual los obliga a recurrir a alternativas privadas.

Si se observa la evolución de la mancha urbana josefina, puede observarse que los grandes espacios se reducen a los parques metropolitanos de La Sabana, de la Paz, del Sur y del Este. En las otras provincias, estas zonas no son fácilmente accesibles o no están acondicionadas para el visitante. En un país que se dice verde, el ciudadano permanece asfixiado en el caos urbano.

El proceso de descentralización y vertiginosa expansión que se inició en la década de 1960 acabó con la relación armoniosa entre los habitantes y las áreas verdes. Como numerosos estudios lo han demostrado, el Plan GAM 1982 nunca fue respetado ni siquiera por el Estado costarricense. El llamado “anillo de contención” fue incapaz de guiar el ordenamiento territorial, controlar el crecimiento y concentrar los nuevos núcleos de población en centros urbanos compactos, social y ambientalmente sostenibles.

En las últimas décadas, la ausencia de planes reguladores, el irrespeto a las leyes, la especulación inmobiliaria y la aparición de condominios horizontales, que en su mayoría carecen de áreas verdes, han estimulado el acelerado y sistemático deterioro de la situación ambiental de la GAM, a vista y paciencia de las autoridades locales y nacionales.

GAM 2030, que debería ser el cierre de un monumental esfuerzo que emprendió el país hace una década con el Prugam, persigue “una ciudad verde, tropical, ordenada y equilibrada”, como reza uno de sus documentos de trabajo.

Uno de los ejes del Plan es la revitalización de los centros urbanos, la protección de los recursos naturales y del paisaje, y la preservación de la calidad de vida de los ciudadanos. Como alternativa a la ausencia de espacios recreativos se propone la creación de una red verde que integre sitios públicos, parques nacionales y urbanos, reservas, zonas de protección, refugios y paseos peatonales. El objetivo es enfrentar los enormes desafíos de hacinamiento, deterioro de las condiciones ambientales y contaminación.

Como lo aseguró el ministro de Vivienda, Guido Alberto Monge, GAM 2030 partió de los consensos para poner a discusión pública los temas controversiales, en los que persisten numerosos intereses en conflicto y asuntos sin resolver. La creación de una política de ordenamiento territorial, en la cual el país ha desperdiciado décadas de inacción y un enorme esfuerzo presupuestario e institucional, no puede quedar en el vacío ni en el papel.