La fiesta de las palabras

La XIV Feria Internacional del Libro es un ejemplo de cooperación entre la empresa privada y el Estado

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La XIV Feria Internacional del Libro (FILCR), que se realiza actualmente en la Antigua Aduana, no solo es un éxito de público, sino también un innovador salto de calidad con respecto a las ediciones precedentes. Esta iniciativa es el puente entre la oferta editorial costarricense, que es la más grande de Centroamérica, y la demanda de los lectores, que muy pocas veces recibe estímulos sensoriales, culturales y comerciales tan atractivos.

Por primera vez en su historia, la FILCR es organizada en conjunto por la Cámara Costarricense del Libro, a la que pertenece, y por el Ministerio de Cultura y Juventud, que dispuso, también por primera vez, de un presupuesto destinado a este propósito. La cooperación entre la empresa privada y el Estado hizo posibles numerosos cambios. Algunos parecen pequeños, como la entrada gratuita, y otros espectaculares, como la programación internacional, pero todos se encaminan a enviar el mensaje de que el lector y la lectura son fundamentales para la sociedad. Por tanto, debe promoverse el acceso democrático al libro y a las librerías.

A pesar del tamaño del sector editorial y de la industria gráfica en el país, los costarricenses no leen. De acuerdo con la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales divulgada en el 2012, se consume un promedio de 1,7 libros al año, más de la mitad de la población no lo hace y solo el 48% tiene el hábito de leer un periódico a diario. Además, por si esto fuera poco, el 48% no conoce una biblioteca y el 78,5% nunca ha visitado una librería.

Estas cifras, por supuesto, diagnostican un problema que excede las competencias del Ministerio de Cultura y Juventud, y que atañe a la falta de oportunidades que afecta a una parte considerable de la población, a las limitaciones del sistema educativo y, finalmente, al país que deseamos. Desde hace décadas, Costa Rica ha descuidado la formación de los lectores futuros y, por tanto, de ciudadanos de pensamiento crítico. Ha invertido en una red de bibliotecas públicas, municipales y escolares que, debido a sus deficiencias o falta de visión, no alcanza a sus usuarios potenciales.

Por todas estas razones, la realización de actividades como la FILCR es indispensable. Aunque no sea suficiente, es un esfuerzo que puede ser fortalecido, ampliado en el futuro e, idealmente, llegar a convertirse en una política nacional de fomento del libro y de la lectura.

Una de las innovaciones de la edición de este año es presentar el libro no como un objeto de culto –que se venera en la biblioteca, pero no se abre ni se lee–, sino en interacción con manifestaciones culturales que le sirven de contexto, como las artes gráficas, la fotografía, la caricatura, la música y las artes escénicas. Entre esas exposiciones destaca la que se le concede al dibujante Ricardo Kandler, autor de las caricaturas de la página editorial de La Nación desde hace décadas.

Esta perspectiva contemporánea ha permitido poner a disposición de los visitantes de la FILCR dos espacios patrimoniales: la nave central de la Antigua Aduana y la Casa del Cuño, a menudo subutilizada, donde los lectores pueden acercarse desde dentro al mundo de la edición y de la creación literaria. El “distrito de las palabras” se extendió al actual Espacio Carmen Naranjo (Antigua Estación al Atlántico), al Teatro de la Aduana y a los jardines públicos, donde se realizan conciertos y actividades al aire libre.

La FILCR es una oportunidad para descubrir las novedades editoriales de México como invitado de honor. El pabellón del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) presenta una oferta de más de 8.000 ejemplares, la más importante representación editorial mexicana en una feria internacional en el 2013, que testimonia el valor concedido por ese país al intercambio cultural y comercial con Costa Rica.

Sin embargo, no es menos importante la alternativa de conocer lo que publican los escritores y editores locales, y que a menudo las librerías comerciales desdeñan bajo la montaña de best sellers y de libros de autoayuda. En el último lustro ha surgido un sector editorial independiente que publica autores latinoamericanos e internacionales, y que, quizá por primera vez en nuestra historia, después de la titánica empresa del Repertorio Americano (1919-1958) de don Joaquín García Monge, nos pone al día en la evolución de la cultura y el pensamiento contemporáneos.

A pesar de sus logros, que saltan a la vista, la FILCR 2013 no es un punto de llegada sino de partida, una iniciativa para seguir apostando en el futuro por los lectores y una estrategia para acercarnos con nuevos ojos a la transición del libro en papel a la revolución digital y al multimedia. Esperamos que las nuevas autoridades del Ministerio de Cultura y Juventud, a partir de mayo del 2014, lo entiendan así y no defrauden las aspiraciones de los lectores costarricenses.