La economía mundial

Como las perspectivas de crecimiento real no son muy halagüeñas, la inversión privada tampoco será muy abundante

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Según los últimos informes del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía global, en el 2015, tendrá un desempeño modesto, similar al observado en el 2014. El próximo año, las condiciones mejorarán muy levemente, pero, a mediano plazo, se mantendrá la misma tendencia de bajo crecimiento de la producción. Esto impone retos muy delicados a los países en desarrollo, como el nuestro, particularmente en el manejo de la política económica.

Varios factores estructurales y coyunturales han influido en la economía mundial, y continuarán afectándola durante el presente y el próximo año. El primero –y quizás el más importante– son las secuelas de la crisis global iniciada en el 2008, que todavía no ha podido ser superada plenamente.

La crisis golpeó con fuerza a los bancos; dejó endeudadas a las personas, empresas y Gobiernos, por lo que ha resultado muy difícil recuperar los niveles de consumo, inversión y crecimiento registrados antes de esta. Pasarán varios años para que puedan ser remontados en su totalidad. Esto impondrá una cierta frugalidad en el consumo de nuestros países, al igual que en las tasas de crecimiento de los ingresos fiscales y, por tanto, del gasto público.

Como las perspectivas de crecimiento real no son muy halagüeñas, la inversión privada tampoco será muy abundante. A ello se unen otros factores, como el envejecimiento de la población y las insuficientes reformas estructurales necesarias para incrementar la productividad, incluyendo la rigidez laboral y las complejas situaciones fiscales en Estados Unidos y muchos países europeos. Las naciones en desarrollo han venido sufriendo, y sufrirán también, de males similares, algunos de ellos incrementados, pues no han conseguido superar los problemas de baja acumulación de capital, mediocre productividad y el envejecimiento de la población, que impone una gran carga sobre las pensiones. En nuestro país, estos problemas están presentes.

Otros dos factores han influido en el desempeño económico global, para bien o para mal. Uno es la caída en los precios internacionales del petróleo; el otro, los movimientos en los tipos de cambio, particularmente entre las monedas fuertes. Los precios del petróleo cayeron significativamente desde finales del año pasado debido a factores de oferta y demanda. La oferta se incrementó y la demanda moderó su tasa de crecimiento. La mayor producción tuvo lugar por el desarrollo tecnológico en Estados Unidos, que ha permitido extraer petróleo de piedras (esquisto) e incorporar la mayor producción a la oferta global. Por el lado de la demanda, el menor crecimiento de la economía mundial y la ralentización de países emergentes influyentes, como China y Brasil, han exigido cantidades menores de crudo para abastecer sus necesidades energéticas. Además, el cambio en la estrategia de precios y producción de los países miembros de la OPEP ha contribuido a estabilizar los precios a niveles más bajos, pues se han dado cuenta de que más elevados estimulan el desarrollo de alternativas energéticas, y eso de ningún modo les conviene.

Los movimientos en los tipos de cambio entre las monedas fuertes han creado perdedores y ganadores. La apreciación del dólar frente al euro y el yen ha estimulado las exportaciones de varios integrantes de la Unión Europea y Japón, pero, a la vez, impone limitaciones al crecimiento de las ventas externas de los Estados Unidos. La caída en los precios del petróleo también ha creado ganadores y perdedores. Ganan los países importadores al incrementarse el ingreso disponible de los consumidores (mayor consumo e inversión), y pierden los países exportadores al ver mermados sus ingresos netos. Juntos, sin embargo, los dos factores tienden a compensarse, al igual que otros factores influyentes en la economía. El saldo neto es que la producción mundial, como un todo, mantendrá una modesta tasa de crecimiento, muy similar a la del año pasado.

Las economías de los países desarrollados crecerán un poco más este año, alrededor de un 2,4% (comparado con el 1,8% en el 2014), y los países en desarrollo verán su crecimiento disminuir a un 4,3% (frente a un 4,6% el año anterior). En la región latinoamericana, la caída será más pronunciada, de un 1,3% en el 2014 a un 0,9% en el 2015. Bajo esta perspectiva, la economía de Costa Rica no se ve tan mal. Según el Banco Mundial, podríamos crecer este año a una tasa del 3,5% y, según el Banco Central (Programa Macroeconómico), a una tasa levemente inferior, del 3,4%. Ese crecimiento, no obstante, será insuficiente para volver a observar tasas de desempleo más bajas, similares a las registradas antes de la crisis.

No obstante lo anterior, tanto el Banco Mundial como el FMI señalan dos aspectos positivos que contribuirán a estabilizar algunas variables: las tasas de interés en los Estados Unidos probablemente se mantendrán bajas hasta el año entrante (sin descartar ligeros ajustes que se podrían suscitar en el segundo semestre de este año) y los precios de petróleo también permanecerán relativamente bajos, sin descartar aumentos como los que ya se han producido, pero no muy pronunciados. Esos dos factores nos darán un espacio suficiente para adoptar en Costa Rica las medidas necesarias y poder restablecer el equilibrio macroeconómico, especialmente el déficit fiscal por la vía del gasto y de nuevos ingresos (en ese orden), sin presionar mucho la inflación interna, las tasas de interés ni el tipo de cambio. En manos de las autoridades está aprovechar sabiamente este espacio de tiempo limitado.