Ironía improcedente

Son lamentables las respuestas del director del Hospital Nacional de Niños a los cuestionamientos sobre la mortalidad en cirugías cardíacas

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El Hospital Nacional de Niños es motivo de orgullo para el país. Quizá sea la joya de la corona de la seguridad social y ningún otro centro médico es capaz de concitar tanta solidaridad y cariño. Lo vemos en la Teletón, en el voluntariado y en el aprecio de que gozan los encargados de atender a la niñez costarricense.

El país ha aprendido a confiar en la excelencia y abnegación de los médicos, enfermeros y demás personal de salud. Cuando el hospital habla, generalmente para advertir peligros –como sucede con la Unidad de Quemados– o para sugerir comportamientos útiles contra enfermedades estacionales y de otros tipos, el país escucha.

Por eso son de lamentar las respuestas del director del centro médico, Dr. Rodolfo Hernández, a los cuestionamientos surgidos en relación con la mortalidad en cirugías cardíacas. Cuando se le recuerdan las cifras –insatisfactorias para un país como el nuestro– el director responde: “Eventualmente, todos nos morimos. Si sacamos mortalidad, en Costa Rica es del 100%”.

La ironía, para no llamarla tentativa de humor, ofende cuando el tema es una mortalidad del 16,2% en cirugías cardíacas practicadas en niños. Guatemala y Colombia gozan de mejores estadísticas, para no hablar de Uruguay, donde la cifra es la mitad. Pero las estadísticas no son el único fundamento de la preocupación. Los médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos, encargados de atender a los niños después de la operación, levantan su voz desde el 2005 para advertir sobre deficiencias en los procedimientos quirúrgicos.

Cuando se le pregunta al director por qué los intensivistas no fueron citados a los encuentros celebrados para discutir la situación, responde que ellos no pertenecen a la Unidad de Cirugía Cardíaca. Cuando se le recuerda que esa unidad existe desde el año pasado y los intensivistas llevan cinco años quejándose, la ironía se vuelve a apoderar de él: “Voy de nuevo. Yo podría llamar a Cristóbal Colón a ver cómo encuentra la mortalidad aquí. Eso es del pasado. Yo estoy en el presente, en la mejora constante y viendo el futuro.”

Una vez más, es preferible no interpretar las declaraciones como manifestación de un desviado sentido del humor. La ironía, visto el tema de que se trata, ya es bastante inadecuada. La historia de los problemas en cirugía cardíaca no se remonta al Descubrimiento. Hablamos de cifras de mortalidad recientes, experimentadas en los últimos seis años.

Las mejoras son bienvenidas, pero un pasado tan reciente no puede ser ignorado. De él es necesario extraer lecciones y a partir de él es indispensable sentar responsabilidades. Según las autoridades médicas, el hospital adoptó correctivos el año pasado. Sin embargo, las advertencias sobre las cirugías cardíacas datan del 2005 y es importante esclarecer por qué no fueron escuchadas en su oportunidad.

Es posible que algún alto funcionario desoyera las quejas cuando debió haberlas atendido. Es posible, también, que ese alto funcionario todavía conserve el cargo o haya sido promovido a uno superior. En ese caso, el problema sigue vigente, porque las decisiones permanecen en las mismas manos.

El Dr. Rodolfo Hernández habla con mayor acierto cuando se despoja de sus investiduras administrativas. En un momento de la entrevista publicada el lunes por este diario, afirmó: “Les voy a hablar como pediatra y no como director del hospital. Si uno saca la mortalidad por cirugía cardíaca de los últimos veinte años, Costa Rica está muy mal. Pero si me fijo en el año pasado, Costa Rica está en un proceso de mejora.”

Hablando como pediatra, abandonó la ironía, admitió las deficiencias de dos décadas y enfatizó los propósitos de enmienda. Aceptó, también, aunque de manera implícita, la razón de quienes en el hospital y la prensa llaman la atención sobre el problema. Sucede, sin embargo que, además de pediatra, el Dr. Hernández es director del hospital.